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Adiós a la mascarilla

“Desprenderse de la mascarilla es un acto de confianza en que el coronavirus ha sido derrotado, y en que eso no es momentáneo, sino permanente”.

La mascarilla está partiendo de manera confusa, que es más o menos como ella llegó. La primera obligación de usar la prenda, hace un par de años, fue acatada gradualmente y con resistencias. A muchos les pareció innecesaria, y a casi todos incómoda. Fue la acumulación de muertes la que convenció sobre la necesidad de protegerse también de ese modo. Aunque los porteros de los espacios públicos también influyeron.

Ahora, unos dos años después, hemos sido exonerados de la mascarilla, con algunas excepciones de sentido común. Hay quienes ya se acostumbraron y siguen enmascarados en casi toda circunstancia. Otros persisten en el uso porque simplemente no creen; además la usan en todas partes para no incurrir en llamados de atención.

Como la liberación del uso no es universal, y reconoce espacios donde el uso debe seguir, y se ha ido anunciando de manera variada, el público está por ahora dividido entre dejar el uso para siempre y seguir usándola como siempre. No es infrecuente que las dos decisiones coexistan en un mismo lugar, quizás para incomodidad de todos los presentes.

La prenda nos ha servido bien, pero nadie la va a extrañar. Es cierto que uno se acostumbra, pero la respiración con ella puesta nunca llega a ser la misma, y hay quienes hemos circulado con episodios de escaldadura detrás de las orejas. Con este invierno tan frío, hay quienes han apreciado la protección térmica que esa tela da.

Desprenderse de la mascarilla es un acto de confianza en que el coronavirus ha sido derrotado, y en que eso no es momentáneo, sino permanente. También ayuda que la vacunación haya vuelto muchísimo más suaves los COVID-19 realmente existentes. Este columnista se la sigue poniendo para salir de casa, o cuando menos lleva una en el bolsillo para las exigencias inesperadas.

Las mascarillas que nunca serán usadas quedarán por los cajones de las casas, como una marca de prevención. No vaya a ser que todavía lleguemos a padecer una ola más de coronavirus con vocación de coletazo. Enterados de que las vacunas expiran, ¿qué se va a hacer para contar con alguna disponibilidad en este tema?

Esperemos, pues, que esta despedida de la incómoda prenda sea definitiva, y que ya podamos seguir enfrentando primavera y verano a rostro descubierto.

La República

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