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Atentado en Recoleta

“Es una alegría que, a diferencia de Shinzō Abe o Salman Rushdie, la intransigencia y la locura no hayan tenido éxito en su ataque contra Cristina Fernández de Kirchner”.

Eran casi las nueve de la noche cuando Cristina Fernández intentó sortear la manifestación de apoyo que, desde hace días, se congrega en la puerta de su casa, en el barrio de Recoleta. En ese momento, Fernando Sabag, un brasileño de 35 años, con antecedentes penales y tatuajes nazis, se le acercó. Desenfundó una pistola, la puso a diez centímetros de la cabeza de la actual vicepresidenta de Argentina y tiró del gatillo. Un milagro quiso que el arma se encasquillara y no llegara a dispararse.

Como corresponde, la condena a este acto de barbarie ha sido unánime. En un mensaje televisado, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, dijo: “Este hecho es de una enorme gravedad. Es el más grave que ha sucedido desde que hemos recuperado nuestra democracia”. Aseguró que “la paz social ha sido alterada” e invocó a “desterrar la violencia y el odio del discurso político y mediático”.

Para Argentina, se trata del pico de una creciente turbulencia política en la que no han faltado violencia e incluso muerte. En medio de ella está la propia Cristina Fernández de Kirchner, que viene defendiéndose con todos los recursos imaginables de graves acusaciones por corrupción. Los procesos en su contra sufrieron toda clase de idas y vueltas hasta este 22 de agosto, cuando el fiscal Diego Luciani pidió que fuera condenada a 12 años de prisión y se le inhabilitara de por vida para ocupar cargos públicos.

Luciani la investiga por el caso Vialidad, señalándola de encabezar una organización criminal que manipuló las adjudicaciones para la construcción de carreteras en la provincia de Santa Cruz –cuna del kirchnerismo– para favorecer a la empresa de Lázaro Báez. Empleado bancario de confianza de Néstor Kirchner cuando fungía como intendente en Río Gallegos, Báez ganó el 85% de los contratos viales otorgados por entonces, 51 obras públicas que habrían costado 1000 millones de dólares y que, en muchos casos, no se concluyeron o fueron objeto de sobrecostos. Hoy preso, tenía cuentas por 10 millones de dólares en Liechtenstein, 55 millones de dólares en Suiza y 400 mil hectáreas de tierras en la Patagonia.

No es el único caso. Daniel Muñoz solo tenía un Volkswagen cuando entró a trabajar como secretario personal de Néstor Kirchner y, antes de su muerte en 2016, acumulaba 120 millones de dólares en propiedades. A Fabián Gutiérrez, secretario de Cristina, lo torturaron y asesinaron poco después de acogerse a un proceso de confesión, para intentar robarle parte de su fortuna, calculada en 12 millones de dólares. Entre 2003 y 2010, los propios Kirchner vieron su patrimonio multiplicarse por diez, hasta 20,5 millones de dólares.

Es una alegría que, a diferencia de Shinzō Abe o Salman Rushdie, la intransigencia y la locura no hayan tenido éxito en su ataque contra Cristina Fernández de Kirchner. Pero los argentinos deberán ser capaces de impedir que un suceso de esta magnitud contamine los juicios contra la dos veces presidenta de su país.

Raúl Tola

El diario negro

Raúl Tola. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.