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“Si subrayas lo evidente, eres acusado, cómo no, de caviar y por ende enemigo del pueblo. Pedro Castillo felicita el aniversario de la independencia (en lugar de la fundación) de Arequipa y Huánuco. Ídem. Si lo resaltas, eres racista, como buen caviar”.

El título de esta nota es la traducción española del neologismo anglosajón whataboutism. Proviene, según el diccionario Merriam-Webster, de los años de la guerra fría entre Rusia y EE. UU. Es la versión contemporánea de la falacia tu quoque, cuyo objetivo es desacreditar el argumento del oponente acusándolo de hipocresía o, para decirlo en cristiano, mirar la paja en el ojo ajeno sin reconocer la viga en el propio.

Según refiere Wikipedia, el ajedrecista Garri Kaspárov explicó que el término surgió como una desviación retórica, utilizada por los apologistas y dictadores soviéticos, según la cual nadie podía criticar las atrocidades de la dictadura soviética (masacres, gulags, deportaciones de poblaciones, etc.), sin criticar el racismo, los linchamientos o las invasiones de los EE. UU. Algo de eso se observa hoy con la invasión rusa en Ucrania.

En las redes sociales peruanas su uso se ha hecho habitual. Si afirmas que el Gobierno de Pedro Castillo es corrupto e ineficiente, de inmediato sus partidarios o enemigos acérrimos de los “caviares” te enrostran las injusticias de los regímenes “neoliberales” (pongo comillas porque ambos términos son significantes para todo uso, en particular el de vocablos arrojadizos para desacreditar la opinión de un contrincante). Del mismo modo, cualquier opinión de izquierda (me pregunto si también debo utilizar las comillas para esta palabra) de inmediato es respondida con alguna alusión al terrorismo o al comunismo.

El whataboutism funciona como un recurso para clausurar la apertura del debate. Incluso, como un ataque a la capacidad de pensar. Tomo dos ejemplos de mi campo, gracias a la proliferación inusitada de lapsus entre los integrantes del inefable elenco político actual. Lady Camones se refiere a sí misma como presidenta de la república, en vez del Congreso. Su deseo inconsciente aflora alto y claro (en ocasiones los lapsus son pronunciados con menor claridad en el discurso, señal de que el inconsciente no emerge sin resistencias). Si subrayas lo evidente, eres acusado, cómo no, de caviar y por ende enemigo del pueblo. Pedro Castillo felicita el aniversario de la independencia (en lugar de la fundación) de Arequipa y Huánuco. Ídem. Si lo resaltas, eres racista, como buen caviar.

Acaso una traducción más a tono con los tiempos sería: “Ya, pero”. Es decir, todos saben que es cierto, pero su gravedad se atenúa porque los del frente lo hacen más y peor.

La República

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