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La ciudad y los yerros

“¿Y usted sabía que el 2 de octubre tenía que ir a votar? Lo dudo. ¿Y usted sabía que hasta el momento solo seis candidatos a la alcaldía de Lima se encuentran en carrera? Lo recontradudo”.

A menos de ocho semanas para las elecciones regionales y municipales, me llama más la atención que 1.400 candidatos luzcan antecedentes judiciales y penales a que el general de brigada EP (r) Daniel Urresti (Podemos Perú) muestre una ventaja de 6 % contra el empresario Rafael López Aliaga (Renovación Popular). La superioridad del militar investigado por su presunta participación en el asesinato del periodista Hugo Bustíos y la tentativa de asesinato del periodista Eduardo Rojas es normal en un país donde la política es un disparate.

¿Y usted sabía que el 2 de octubre tenía que ir a votar? Lo dudo. ¿Y usted sabía que hasta el momento solo seis candidatos a la alcaldía de Lima se encuentran en carrera? Lo recontradudo. Y entre ellos la señorita Elizabeth León Chinchay, candidata por el Frente de la Esperanza, agrupación de Fernando Olivera. ¿Y acaso sabía que en la contienda también se encuentra el candidato por Perú Libre, Yuri Castro, o el indescriptible Omar Chehade, de Alianza para el Progreso? No creo. Lo que sí sabemos es que a la fecha todo seguirá igual, que estas elecciones serán la continuidad perfeccionada de la debacle nacional y que un soldado o que un gerente no modificará en nada el drama peruano.

Administrar Lima no es práctica de serviciales ni de espontáneos. Sucedió con Ricardo Belmont (el primer outsider de la política doméstica) y su gestión desastrosa. Acaba de ocurrir con Jorge Muñoz, vacado por el JNE, y no hablo de otras figuras que un día contaron con el apoyo popular y ahora están en la cárcel. El caso de mi gran amigo Alfonso Barrantes, que en un gesto populista abrió las puertas de Lima para la invasión de ambulantes y convirtió a la capital en una inmensa cachina.

Yo veo a Lima hoy estrangulada por la falta de seguridad, el tránsito, la salubridad, la Línea 2, la ampliación del Metropolitano, el teleférico, la ruta Pasamayito, la Costa Verde y las promesas de Porky y su socio Chibolín que quieren convertir a Lima en Disneyworld. Decía el arquitecto Augusto Ortiz de Zevallos que el próximo alcalde debe entender la ciudad como un amplio tejido urbano. Con un limeño con paz mental en una ciudad inconclusa, no hecha para el paseo, el descanso y el disfrute de sus ciudadanos. Pensar en que el vivir sea visto como disfrutar, compartir y encontrarse. Con el comerciante López Aliaga eso jamás ocurrirá.

La República

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