El premier de las torres derrumbadas

La salida de Aníbal Torres de la PCM sería una oportunidad para que el presidente Pedro Castillo lo reemplazara por alguien que no le hiciera daño al gobierno y al país al deteriorar la gobernabilidad y aislar a su presidencia, si no fuese por su invicta capacidad de errar.

De ser, al inicio, como ministro de justicia, el sensato de un gobierno de exaltados, Torres se transformó, como premier, en locomotora alterada de un tren cuyos vagones ministeriales hoy deben estar felices con su partida pues sus desatinos frecuentes afectaban la marcha general de la administración.

Torres empezó de enemigo de Vladimir Cerrón y, al comienzo del gobierno, en una reunión en su casa con él y Castillo, entre otros, planteó la salida del entonces premier Guido Bellido.

En el camino, cuando cayó prematuramente el gabinete Valer que estaba auspiciado por Guillermo Bermejo, Cerrón aprovechó para retomar la rienda del gobierno y persuadió a Castillo de poner en la PCM a alguien de su confianza como Torres, pero con quien antes había pactado con él para que mutara de enemigo en aliado, ofreciéndole puestos claves –como seis ministros– que venían con su pan bajo el brazo del manejo presupuestal correspondiente.

Torres, a su vez, se apropió de la plaza pública y se lanzó contra todo, como cantando ‘Las torres’ de los NSQNSC: congreso, inversión privada, fuerza armada, policía, presidente del BCR, cardenal, secretario del acuerdo nacional, poder judicial, fiscalía y –muy especialmente– el periodismo, además de usar la publicidad estatal con fines políticos, derrochar una extravagante admiración por Adolfo Hitler que dio la vuelta al mundo, y pasearse como predicador eufórico en los eventos proselitistas que él bautizó como los consejos de ministros descentralizados.

Pero el pacto con Cerrón se quebró cuando Castillo despidió –sin consultarle– al ministro de energía y minas, lo que dejó desubicado al premier Torres, quien desde entonces empezó a bajar su perfil público para sobrevivir.

Es obvio, sin embargo, que, con cinco gabinetes y 59 ministros en solo un año, Aníbal Torres no es el problema central, sino quien los nombró, demostrando que la dificultad más importante del gobierno es el presidente Castillo y el head hunter que recluta su equipo.