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De indios y blancos

Presidenta del Congreso nos devolvió al virreinato durante su discurso.

La señora Alva inauguró ayer en Piura una placa por el Bicentenario del Congreso. En su discurso dedicó unas palabras para ejemplificar que la institución que ella preside era de todos: Lima y regiones, indios y blancos, ricos y pobres. Todos unidos. Y que no tenía un discurso divisionista de lucha de clases.

La metáfora fue muy infeliz, además de racista. No estamos unidos ricos y pobres, blancos e indios porque seamos clasificados como tal o cual, sino porque somos ciudadanos, habitamos el territorio patrio, porque somos peruanos.

Categorías además desterradas de nuestras definiciones sociales como es el vocablo “indio”, invalidado por el libertador José de San Martín, que pasó a usar el vocablo “peruano”, por ser más propio de la recientemente creada República del Perú.

En un momento de construcción de la patria, se hizo esta primera eliminación de una frase que durante el virreinato provocó tanto dolor y muerte.

Por eso decimos que el discurso de la señora Alva es racista, porque nos devolvió al fin del virreinato, cuando se usaba para marcar las diferencias entre los pueblos originarios, habitantes del Perú ancestral y los blancos que habían llegado en barco y desde España.

Ha sido la propia Defensoría, muy atinada, la que sostiene que esa expresión puede generar discriminación al hacer alusión a aspectos raciales de las personas. Invoca a los funcionarios públicos y a la ciudadanía a evitar cualquier adjetivación o estereotipos que históricamente han sido utilizados para discriminar.

Horas después, la señora Alva se ratificó en lo dicho, asegura que la tergiversan interesadamente. Lo único que queda en claro es que, para ella, el Perú se divide entre blancos e indios. Entendemos entonces que en indios incluye a mestizos, indígenas, negros, etc., que serían alrededor del 94% del país.

Sería útil recordar que se han desatado enormes conflictos sociales en el país a lo largo de su historia, producidos por la discriminación racial y social. Algunos generaron grandes cambios sociales, otros desataron violencia letal. De todo ese parto convulso e inacabado ha nacido el país de todas las sangres en el que hoy nos reconocemos. Aunque un poco tarde, este debería ser el compromiso del bicentenario: convertirnos en una nación más igualitaria, más integrada y más inclusiva.