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Cuando los ricos mueren

“Aunque el dinero, según los ricos, no produce la felicidad. Según los pobres, produce algo bastante parecido. Las estadísticas indican que los ricos son ricos porque son pocos, y las fuerzas armadas y la policía se ocupan de aclarar cualquier posible confusión al respecto”.

Los ricos están de moda. En galerías Unicachi o en Gamarra. Aunque el dinero, según los ricos, no produce la felicidad. Según los pobres, produce algo bastante parecido. Las estadísticas indican que los ricos son ricos porque son pocos, y las fuerzas armadas y la policía se ocupan de aclarar cualquier posible confusión al respecto. Esto a la manera de Eduardo Galeano que en su Las venas abiertas de América Latina asegura que existe que en América Latina los pobres han perdido siempre, tanto económicamente como social y espiritualmente, desde la colonización hasta nuestros días.

Y hace unos días murió un millonario peruano: Vito Rodríguez Rodríguez, sí, el del Grupo Gloria, aquel que compraba leche y vendía polvo. Allá en Arequipa instaló su emporio. Que Dios se apiade de su alma. Y en la revista Forbes sale la noticia de otro peruano poderoso, Carlos Rodríguez-Pastor, quien ha declarado que tiene en su billetera 5.200 millones de dólares. Y Carlitos dirige desde 1994 el Grupo Intercorp, un conglomerado de empresas que están presentes en el rubro de educación, retail, seguros, banca, farmacéuticos, gastronomía, entre otros. Es decir, nos vende desde menú hasta papel higiénico. Un mago de las finanzas. Forbes detalla que en 2013 el empresario registró la suma de 3,4 millones de dólares. Mientras que en 2021, 5.300 millones y en tiempos de pandemia.

Lo digo con sorpresa. Que en un país de pobres existan personas como Carlitos que siguiendo la línea de su padre, él es hijo del fallecido político y negociante Carlos Rodríguez-Pastor Mendoza, quien se desempeñó como ministro de Economía y Finanzas en el gobierno del expresidente Fernando Belaunde, hizo fortuna como los europeos del Renacimiento, quienes se abalanzaron a través del mar y le hundieron sus dientes en la garganta de nativos y vasallos.

En un trabajo de campo que realicé hace un tiempo en las cumbres de la miseria de Ventanilla, comprobé que todos los habitantes de la zona eran de derecha. Todos querían ser millonarios. Cierto, seguro que admiraban a Carlitos y no me quejo. Por eso estamos como estamos. De ahí que una matrona en el mercado de Santa Beatriz me confesó a los gritos que amaba a Jefferson Farfán por sus zapatillas y sus coches de alta gama.

Ricos existieron siempre y el mercado también. ¿Mercado? “Sí, es un todopoderoso terrorista sin rostro, que está en todas partes, como Dios, y cree ser, como Dios, eterno”. Galeano dixit. Pero los dioses también mueren.

La República

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