Metropolitano inaugurará 14 nuevas estaciones

La orientación sexual no se enseña, es, por René Gastelumendi

El menor, advirtió la justicia, tiene derecho a que se le respete su identidad sexual. Se trata de un ámbito personal, sostuvo la Corte, en el cual no puede primar ni siquiera el pensamiento de sus progenitores. La Corte Constitucional amparó sus garantías al libre desarrollo de la personalidad...”.

El drama de este hombre colombiano, seguro hoy en sus 40, empezó la mañana del 10 de marzo de 1981. Sus padres lo dejaron en la cuna de su casa acompañado por un perro. Cuando regresaron de trabajar, se hallaron con una tragedia: al entonces niño, de solo un año, el can había mordido y destrozado sus órganos genitales. Cuenta la historia oficial que, de inmediato, los progenitores llevaron al chiquillo al hospital San Juan de Dios de Santa Fe de Antioquia. Allí lo remitieron al Hospital Universitario San Vicente de Paul de Medellín para un cambio de identidad.

Los médicos especialistas sometieron al paciente a un pormenorizado examen y decidieron cambiarle su identidad sexual, de acuerdo con la voluntad de sus padres. Esto, según el expediente, se hizo adaptándole órganos genitales femeninos, cambiándole de nombre al niño y realizándole un tratamiento hormonal y sicológico. Simultáneamente, en una notaría, se le registró con nombre de mujer.

El menor estuvo internado en hogares sustitutos del Estado, en donde se le orientó según su nuevo papel sexual. Se le vistió de mujer, se le dejó crecer su cabello y, por orden médica, le suministraron hormonas para que desarrollara características físicas femeninas.

En el año 1995, 14 años más tarde, un fallo de la Corte Constitucional le devolvió la oportunidad de asumir su identidad como hombre o, por lo menos, pertenecer al sexo masculino. El Poder Judicial Colombiano le ordenó al Estado asumir un tratamiento integral para el joven. ¿Qué había ocurrido? Resulta que, en secundaria, el adolescente ya les decía a los profesores: “Es que yo, profes, soy un hombre” según el expediente.

El menor, advirtió la justicia, tiene derecho a que se le respete su identidad sexual. Se trata de un ámbito personal, sostuvo la Corte, en el cual no puede primar ni siquiera el pensamiento de sus progenitores. La Corte Constitucional amparó sus garantías al libre desarrollo de la personalidad, a su identidad y a su integridad.

De acuerdo con los magistrados, terminó siendo fácilmente palpable que el adolescente ya era un varón, sin que se patentice algún comportamiento femenino. Es más, quería tener pareja femenina. Tiene voz de hombre, viste y se comporta como tal, sueña con tener novia, esposa, hogar, desea ser profesor, explicó la Corte. Lo concreto es que, pese a todo lo que se le sometió, el menor nunca olvidó su condición de masculinidad. Es más, se rebeló y exigió que se le devolviera su identidad.

El niño sintetizó así su caso: “Yo me siento un hombre. A mí me operaron cuando estaba pequeñito, me operaron la vagina dizque para ponerme mujer, pero uno grande ya tiene más pensamiento y decide”.

La República

Los artículos firmados por La República son redactados por nuestro equipo de periodistas. Estas publicaciones son revisadas por nuestros editores para asegurar que cada contenido cumpla con nuestra línea editorial y sea relevante para nuestras audiencias.