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El puente sobre el río Matagente

“Pero como esta es una historia peruana, no podía ser tan fácil. El hermoso puente rojo, casi listo, se ha detenido. Los trabajadores y la maquinaria se fueron y dejaron la obra en un terrible ‘casi’”.

Apesadumbrados como estamos por los desastres cotidianos de nuestros representantes políticos, podemos perder de vista el sufrimiento de la gente en una escala menor. Hace poco recibí un pedido de ayuda desesperado de la gente del valle de El Carmen, Chincha. Les respondí que la única ayuda que podía darles eran estas líneas que los amables lectores tienen ante sus ojos.

Esta es la historia.

Hace varios años se vino abajo el puente sobre el río Matagente, el cual es necesario atravesar para llegar desde la Panamericana hasta el valle y el tradicional pueblo de El Carmen. Durante todo ese tiempo el río se podía atravesar solo en época de sequía, cruzando el lecho rocoso. Pero en temporada de lluvia en la sierra el cauce se llena de agua que llega, como la vida en el poema de Manrique, hasta el mar. Lo cual obliga a los carmelitanos y los turistas a efectuar un gran desvío por el pueblo de Los Ángeles. Cuando ya nadie esperaba que esto suceda, se inició la construcción del nuevo puente.

Todos veíamos con emoción –voy de vez en cuando a la zona, donde poseo una casa de campo en un condominio de los muchos que han surgido en los últimos años– cómo se construía la imponente e indispensable obra de infraestructura.

Quienes conocen El Carmen saben que es uno de los pueblos más bellos de la costa y que es una tierra de músicos y artistas, además de agricultores. El apellido Ballumbrosio destaca nítidamente, gracias al legado de don Amador, a quien todos veneramos en la zona. El centro cultural que lleva su nombre –un oasis de música y gastronomía– es la mejor muestra de este fabuloso proceso de conversión de la esclavitud a la fabulosa creatividad de esos afrodescendientes, a la mejora de la sociedad, cuyos ecos van allende las fronteras de El Carmen.

Pero como esta es una historia peruana, no podía ser tan fácil. El hermoso puente rojo, casi listo, se ha detenido. Los trabajadores y la maquinaria se fueron y dejaron la obra en un terrible “casi”. Dice el ingeniero a cargo que el problema son unos vecinos que se niegan a vender sus terrenos (unas 7 familias), indispensables para la rampa final de acceso al puente. ¿Esto no se pudo prever desde el inicio? Con el MTC actual, todas las sospechas caben. Lo cierto es que esta triste historia, en la que todo un valle se ve obligado a efectuar un desvío tan grande como innecesario, contiene en pequeño la tragedia del Perú actual. Pero acaso –ojalá– también la posibilidad de resolverlo.

La República

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