Nuevo desembolso Fonavi 22 de abril

Moledora de carne política

“Para una mayoría de actuales exministros Castillo representa la mano poderosa que los sacó del anonimato, para volver a hundirlos en él a toda velocidad. A muchos el proceso les sacó algunos feos trapitos al aire, y en algunos casos hasta les produjo un reencuentro con viejas deudas frente a la justicia”.

Medio centenar de ministros en ocho meses. La cifra impacta y es una elocuente descripción de la inestabilidad. Es obvio que muy pocos de ellos han tenido tiempo de realizar algún trabajo significativo. Mientras que muchos de ellos apenas tuvieron tiempo de familiarizarse un poco con el local del ministerio que les fue confiado. ¿Qué pasó?

Una respuesta escueta es que el encargado de designar ministros no ha tenido la menor noción de cómo se hace eso. Evaluar capacidades profesionales, revisar antecedentes, calibrar estilos personales, estudiar posibles reacciones. Estas y muchas otras tareas simplemente han sido ignoradas a lo largo de la presidencia de Pedro Castillo.

Desde muy temprano Castillo asumió el papel de fusible que podía tener un ministro. Comprendió que cambiar a un ministro cuestionado tranquilizaba a los cuestionadores, por un rato. Así, el presidente se volvió adicto al cambio ministerial, y a necesitar crecientes dosis. A algunos parece que los nombró para poder despedirlos.

Así, el Ejecutivo incorporó sucesivos ciclos de sacrificios humanos ante el altar de la política, quizás con la idea de que esa sangre ministerial impediría que empiece a correr la presidencial. Pero en realidad todo ha terminado en un ejercicio vacío de prueba y error, con ningún resultado positivo, e innecesario maltrato por todas partes.

Esas llegadas y partidas de ministros a la carrera han hecho cera y pabilo de la institucionalidad y del organigrama de varios pliegos ministeriales. Ministros que empezaban a demostrar su solvencia (los ha habido) fueron súbitamente reemplazados por verdaderas nulidades administrativas, o peor, en un círculo vicioso que aún no concluye.

Para una mayoría de actuales exministros Castillo representa la mano poderosa que los sacó del anonimato, para volver a hundirlos en él a toda velocidad. A muchos el proceso les sacó algunos feos trapitos al aire, y en algunos casos hasta les produjo un reencuentro con viejas deudas frente a la justicia.

Con toda razón los 50 ministros, los actuales y los que ya partieron, se pueden sentir usados. Parte del drama está en su propia ambición, al aceptar un puesto que a todas luces les quedaba grande. La otra parte está en todo lo que está dispuesto a hacer para sobrevivir en su cargo Castillo, aprendiz de brujo y artista de la fuga hacia adelante.

La República

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