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Dos pícaros conversan

“Charlas en que la moneda de intercambio es la empresa estatal o la repartición pública por la que circula dinero de los contribuyentes. Todo tapado por el gran sombrero chotano”.

Las recién reveladas grabaciones de intercambios entre el ahora preso provisional Zamir Villaverde y el ahora prófugo Bruno Pacheco son de lo más ilustrativas. Ellas sintetizan casi un año de sospechas, temores e indicios sobre corrupción en las alturas del gobierno. Realismo político realista, del más crudo.

No se van a necesitar mayores peritajes (aunque ya están siendo reclamados), pues el diálogo es de una coherencia a prueba de dudas. Se precisaría un estupendo guionista y eximios actores para fabricar esta crónica del asalto planeado a un par de ministerios. Realmente se trata de choros de fondos públicos en su salsa.

No sorprende que ambos interlocutores hayan declarado que temen por su vida. En su charla difundida por Willax hay suficiente como para condenar a muchos, apenas se concrete el quién es quién de los pendexos círculos ministeriales, y para embarrar a otros tantos. Entre estos últimos, Pedro Castillo, al que le cae un grueso adjetivo anatómico.

Digna de admiración la manera en que estos dos sujetos se reparten el acceso a la teta pública, con frases casi poéticas en su concisión y densidad. Por ejemplo: “Escúchame. Yo en Transportes tengo todo organizado”. ¿Cómo puede decirse que los hombres del entorno y del gobierno son malos administradores? Solo hay que saber mirar.

Casi se puede oír el rumor, o si se prefiere el zumbido, de cientos o miles de conversaciones similares por todo el aparato público. Charlas en que la moneda de intercambio es la empresa estatal o la repartición pública por la que circula dinero de los contribuyentes. Todo tapado por el gran sombrero chotano.

¿Qué es embarrarse para Castillo en mayo-junio del 2022? El hombre viene con problemas de ese tipo casi desde el inicio: el secretario, los sobrinos, los ministros allegados, las mentiras flagrantes, la tesis atroz, y así. No pocos dejan su entorno con el rabo entre las piernas, preguntándose si ser exministro es antídoto frente a la fiscalía.

Hay una línea delgada, casi invisible, que rodea los insistentes destapes, como una serpiente. Inmóvil, o por lo menos morosa, de apariencia displicente. Hasta que da un salto en la conciencia pública institucional, con el cual muerde o estrangula, o ambas cosas. Ambos contertulios afirman que saben más de lo declarado. Oigamos.

La República

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