El miedo a la prensa, por Inés Flores

La presidenta del Congreso, María Alva, ha protagonizado un papel reprobable ante la prensa. El pasado jueves recibió bajo presión a directivos de diferentes instituciones periodísticas que reclamaban, con razón, que se abrieran las puertas del Congreso a los reporteros, como sucede en toda democracia, para que puedan informar libremente sobre las actividades parlamentarias. El reclamo le cayó como chicharrón de sebo. Respondió que el tema lo evaluará la Junta de Portavoces.

Antes de la pandemia, los periodistas cubrían normalmente la noticia desde el hall de los Pasos Perdidos, desde las galerías del Hemiciclo y podían buscar a los congresistas en sus oficinas. La propagación del COVID-19, comprensiblemente, impidió este tipo de desplazamientos. Pero luego, la excepción se convirtió en la regla. Los reporteros fueron impedidos de pisar las instalaciones del Congreso. Solo podían llegar hasta cierta distancia de la puerta.

¿Qué les molesta de la prensa? ¿Que se informe en detalle sobre la alta desaprobación del Congreso, así como de sus decisiones no tan democráticas, como lo fue la elección de los nuevos magistrados del Tribunal Constitucional, la aprobación de la contrarreforma universitaria, o de las nuevas leyes electorales que pretenden imponer cuando ya está en marcha el proceso de elecciones municipales y regionales?

Pero el maltrato a la prensa lo empezó el Ejecutivo. El presidente Pedro Castillo “enrejaba” a los periodistas, aun hoy los mantiene a raya con sus guardaespaldas en sus actos públicos y, en consonancia con su jefe de gabinete y otros ministros, despotrica sistemáticamente contra los medios.

Definitivamente, en el Perú, ni el Ejecutivo ni el Legislativo observan formas democráticas respecto al periodismo.