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Despertar ciudadano, por Patricia Paniagua

“En medio de este escenario, surge un nutrido, pero aún débil impulso ciudadano que nos llama a alzar la voz, a sacudirnos del justificado hartazgo”.

Mirar el futuro inmediato del país, en medio de un escenario político tan adverso como el que atravesamos, para pensar rutas de salida al entrampamiento, es, sin duda, un ejercicio muy complejo, en especial, porque la gran parte de los actores en vitrina nos han demostrado y confirmado lo lejos que están de encarnar la reivindicación de mínimas apuestas ciudadanas y cómo sus fuerzas únicamente se unen cuando de retroceso, estancamiento y degradación se trata.

Claras muestras de ello han sido las decisiones adoptadas por el Congreso en las últimas semanas, sin freno, y que impactan directamente en la calidad de la educación en el país, tanto de la educación superior, en un contexto marcado por cuestionamientos a la obtención de grados académicos, sin mínimos estándares y rigor, y a la educación básica al pretender censurar la Educación Sexual Integral (ESI), en un momento en el que somos testigos de casos y cifras escalofriantes y dolorosas de violencia y abuso que solo podrán ser revertidas removiendo la raíz de los estereotipos en los que se sostiene.

A todo ello se ha sumado la elección de los miembros del Tribunal Constitucional, fruto de un proceso controvertido, y considerado viciado por expertos en materia que han seguido de cerca sus etapas, marcadas por serios cuestionamientos de fondo y forma y la inexistente transparencia y debate de cara a la ciudadanía. A lo que se ha incorporado una juramentación celebrada entre la premura y el secretismo.

Y si de falta de transparencia y negación de los valores democráticos se trata, el vergonzoso y prepotente comportamiento de la titular del Legislativo, cuya falta de modales democráticos y madurez política se traducen en una abusiva restricción a la libertad de prensa y de información impuesta en el Parlamento. Tampoco han faltado los tragos amargos a los que nos tiene acostumbrados el Ejecutivo y que demuestran coincidencias armónicas con el Legislativo del que, discursivamente, se pretende desmarcar.

En medio de este escenario, surge un nutrido, pero aún débil impulso ciudadano que nos llama a alzar la voz, a sacudirnos del justificado hartazgo que nos invade y de la frustración que trae consigo el durísimo embate de la crisis que nos agobia y nos llama a sumarnos para hacerle frente con decisión y firmeza a una clase política indolente y envalentonada que nos quiere en silencio, desmovilizados y arrinconados, mientras concreta una agenda divorciada del bien común.

Sin duda, las condiciones de ahora son adversas para lograr con rapidez y fuerza ese despertar ciudadano que las circunstancias ameritan; sin embargo, es innegable que día a día se suman y se seguirán sumando iniciativas ciudadanas y de la sociedad civil, la recolección de firmas para defender la reforma universitaria entre las más concretas, además del surgimiento de espacios de discusión, debate y movilización que nacen desde las redes y se trasladan a grupos y colectivos, etc. El impulso está dado y la indignación es latente; inevitablemente, más temprano que tarde, gota a gota se seguirá llenando el vaso que se rebasará para dar lugar a ese despertar capaz de poner en el centro de las decisiones a la ciudadanía.

La República

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