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La nueva corrupción

“La impresión que da es que si Odebrecht fue una empresa despenadora de partidos ya heridos en el ala, la nueva corrupción es una constructora de organizaciones que navegan bajo banderas partidarias…”.

Como en otros tiempos, el tema de la corrupción se ha vuelto un asunto de todos los días. Otros tiempos quiere decir sobre todo Odebrecht, que le enseñó a transgredir la ley a más de una generación de políticos peruanos. Quizás los infractores ya estaban listos para recibir la marmaja, pero la constructora brasileña elevó la práctica a nuevos niveles.

De paso, Odebrecht apuró la liquidación de los partidos, comenzada años atrás, con la aparición de los independientes. La estela de todo ese proceso sigue entre nosotros, y nadie se atrevería a decir que el caso Odebrecht ha concluido, o que sus misterios han sido resueltos. Lo que queda es una suerte de ácida lástima por nosotros mismos.

La brasileña fue un tipo específico de corrupción, practicada al alimón por el gran capital y la gran política, que cruzó varios gobiernos. ¿Qué la ha reemplazado? Lo que se percibe hoy son alianzas esporádicas entre capitales muy medianos y gente recién llegada a las grandes ligas de la empleocracia estatal.

¿Cómo definir la novedad? Por lo pronto es una corrupción hormiga, multiplicada, de pequeño formato, casi nula eficiencia. Es la proverbial corruptela de un cuarto de siglo en casi todos los gobiernos locales, ahora desplazada hacia el Estado central donde, y ese es parte de su problema, los reflectores son mucho más fuertes.

La impresión que da es que si Odebrecht fue una empresa despenadora de partidos ya heridos en el ala, la nueva corrupción es una constructora de organizaciones que navegan bajo banderas partidarias (y en algunos casos, universitarias), con un condotiero a la cabeza, rodeado de una estructura familiar.

Pero nuestro hormiguero político no es de una sola pieza. Hay negocios familiares disfrazados de partidos ideológicos, como es el caso de Perú Libre, émulo lejano de las familias Castro, Chávez, Ortega. Hay movimientos caudillistas. Hay alianzas casi secretas de mandones locales. En verdad, hay de todo.

Sin duda la empresa Odebrecht y sus agentes son recordados con ira. Pero cabe preguntarse cuánto hemos aprendido de ese largo episodio. Una lección es sobre la importancia de una fiscalía empecinada. Otra es sobre las dificultades para llegar a resultados concretos cuando hay un cóctel de corrupción y política.

Gran tema para una tesis, y hasta dos.

La República

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