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Recordando a Rafo Roncagliolo, por Fernando Rojas Samanez

“Para Rafael Roncagliolo, la opinión de Torre Tagle era necesaria. La procesaba para su responsabilidad política y como aporte de una institución que valoraba...”.

Por Fernando Rojas Samanez, exviceministro de Relaciones Exteriores (*)

El fallecimiento de Rafael Roncagliolo, el primero de mayo del año pasado, fue un acontecimiento que sentí profundamente. Estaba habituado a visitarlo en su departamento hasta dos veces por semana, en los últimos dos años, cuando su estado de salud limitaba, relativamente, su movilización. Para mí, ir a visitar a Rafo era no solo muy grato y el tiempo que pasaba en su compañía, en su acogedor departamento en la calle Lord Nelson, en Miraflores, era relajante e instructivo.

Yo no conocía personalmente a Rafael hasta que, al término de mi misión diplomática como representante permanente del Perú ante los organismos internacionales de la Naciones Unidas, en Ginebra, me correspondió regresar al Perú, pocos meses después que él hubiera asumido el Ministerio de Relaciones Exteriores y colaboré con él como secretario general y viceministro de Relaciones Exteriores.

Lo que más me impresionó en este trabajo fue apreciar su confianza en el servicio diplomático.

Para Rafael Roncagliolo, la opinión de Torre Tagle era necesaria. La procesaba para su responsabilidad política y como aporte de una institución que valoraba por su especialización para preservar los intereses permanentes del país.

Asuntos como la presencia del Perú en el World Economic Forum (WEF), en Davos, y realizar tal evento en el país; la negociación de los acuerdos para la creación de la Alianza del Pacífico; la adhesión peruana a la OCDE; el fortalecimiento de la Comunidad Andina o la participación en Unasur, en el contexto de la grave crisis institucional venezolana, y el apoyo de regímenes simpatizantes en Bolivia, Ecuador, Argentina y otros; fueron procesados en función de los intereses permanentes del país.

Sin duda, donde mejor se percibió la capacidad de Rafael como negociador y diplomático fue en su manejo de la relación bilateral de nuestro país con Chile, en el proceso judicial en la CIJ relativo a la delimitación marítima. Al mismo tiempo, el mensaje que transmitió al interior del país sobre la solidez de los argumentos jurídicos peruanos, sin ser triunfalista, creó un ambiente positivo y de confianza. Sirvió para que se comprendiera que, con el fallo, se abría un promisorio y mutuamente beneficioso escenario en nuestra relación con Chile.

Rafael Roncagliolo, con su sencillez y fácil sonrisa, demostró, en nuestro complejo país, que mediante el diálogo podemos los peruanos alcanzar acuerdos hacia la justicia social.

Una de sus últimas columnas en estas páginas la tituló precisa y esperanzadoramente: “No todo está perdido”. Seguramente hoy seguiría transmitiéndonos el mismo mensaje optimista.

La República

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