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Incendiarios

“Cada día encontramos más insultos y menos ideas, y cansa. Pero no por ello hemos de renunciar a la premisa de que un debate sobre lo que requiere el país es urgente y necesario”.

Tenemos un Congreso de la República que actúa de forma incendiaria, al menos en el discurso público. A gritos de cantina se señalan de “terroristas”, “infelices” y demás adjetivos. Lanzan gritos y se amenazan, buscando alimentar una falsa polarización de posiciones, cuando ya sabemos bien que luego, en la práctica, las coaliciones se pliegan y abrazan sin importar el color político.

Un Congreso empeñado en que la ciudadanía perciba riesgos a la democracia en todos lados, cuando quienes no paran de horadar la democracia y sus normas son ellos, como la reciente ampliación de plazos para inscribir precandidaturas a las elecciones primarias, sin importarles que el calendario electoral esté ya en marcha. Parecen gritar cada vez “es mi pelota, son mis reglas”.

Un gobierno también incendiario, que parece esforzarse en minar su propia, y a estas alturas casi nula, gobernabilidad. No, no hablo de su proyecto de ley para una asamblea constituyente, tema que creo que merece una real y legítima discusión, pero que todo augura que esta no será esa ocasión y se encarpetará en su paso por la Comisión de Constitución.

El Gobierno incendia su propia pradera con el abandono de las estrategias de diálogo ante los conflictos sociales que acontecen en diversas regiones del país, y que ha preferido en los últimos días amainar de forma convencional: usando bombas lacrimógenas y confrontando al “pueblo” con las fuerzas policiales.

Parece no notar el Gobierno que con ello va perdiendo aún más el respaldo popular de esos sectores y probablemente apretando los ánimos de los manifestantes, que no están haciendo pedidos “del aire”, sino en la medida en que las fuerzas de gobierno, durante la campaña, les prometieron mucho más de lo que tenían capacidad (técnica y legal) de cumplir. Por ese camino, el de las demandas insatisfechas y la represión, pronto no habrá consejo descentralizado de ministros que resuelva nada.

Incendiarios también los líderes políticos cuando en lugar de construir apuestas políticas serias, centradas en el momento político nacional o en debates programáticos que convenzan a las mayorías, amenazan con fantasmagóricos “planes B” y se arrogan la representatividad de un pueblo que les rechaza tanto o más que las autoridades de los distintos poderes públicos.

También aquellos líderes y lideresas, con y sin cargo, que promueven acciones de violencia que enturbian las legítimas movilizaciones sociales. Aquellos que antes llamaban vándalos a los manifestantes y hoy pretenden instrumentalizarles, y aquellos que antes les legitimaban y ahora les acusan de vendidos; miopes todos ante una desaprobación generalizada de la clase política.

Incendiarios también los que se suben al carro de estas confrontaciones para ganar visibilidad y quienes, alimentados por todos los anteriores, en lugar de confrontar ideas se dedican al insulto, la agresión y la violencia. Aquellos que pretenden hacer de la violencia una forma de construir rédito político, que dicen organizar a la población contra el terrorismo y la delincuencia, pero azuzan la violencia y se convergen con la delincuencia.

En un tiempo en que lo que necesitamos es capacidad de escucha, empatía, autocrítica frente a la situación a la que ha llegado el país y capacidad de construir de forma transversal alternativas que permitan avanzar a la democracia —no como procedimiento, sino como forma de vida—, lo que sigue campando es la piromanía, las ganas de dejarlo todo arder por intentar que mis privilegios o mis prebendas sobrevivan.

Cada día encontramos más insultos y menos ideas, y cansa. Pero no por ello hemos de renunciar a la premisa de que un debate sobre lo que requiere el país es urgente y necesario, y que, para poder llevarlo a cabo, necesitamos que haya algo más que cenizas e incendiarios.

Pedro Castillo

Pedro Castillo

Paula Távara

Politóloga, máster en políticas públicas y sociales y en liderazgo político. Servidora pública, profesora universitaria y analista política. Comprometida con la participación política de la mujer y la democracia por sobre todas las cosas. Nada nos prepara para entender al Perú, pero seguimos apostando a construirlo.