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Convertir la indignación en cambio

“... deberá ser la sociedad civil organizada quien actúe de manera vigorosa...”.

Si en algo es claro que coincide buena parte de la ciudadanía es en la muy imperiosa necesidad de generar urgentes cambios que nos enrumben hacia un horizonte trazado y común que nos saque del espiral y desesperanzador escenario en el que caminamos sin ningún rumbo. Nuestro tiempo transcurre en disputa entre los más estruendosos desaciertos y vacíos del Ejecutivo, del Legislativo y de buena parte de nuestras autoridades y formaciones políticas que, a todas luces, no han entendido la envergadura de su responsabilidad para con el país y se han entregado, sin reparos, a sus agendas particulares. Sin embargo, también, queda claro que el problema no se agota en las personas, sino que nace, principalmente, de las reglas y estructuras detrás que han permitido un escenario como este.

La publicación de las listas de precandidatos para las elecciones 2022 es una evidencia más que, a pesar del momento de indignación ciudadana, nada cambia de cara a los filtros internos de las agrupaciones políticas para ofrecernos mejores candidaturas, como mínima reacción frente a los últimos descalabros electorales, o que sean las reglas electorales las que garanticen, de manera más efectiva, la exclusión de quienes no reúnen condiciones mínimas de idoneidad y probidad e incentiven y garanticen, a su vez, por ejemplo, la participación electoral de las mujeres.

Somos cada vez más conscientes de que los cambios que necesitamos lejos están de satisfacerse con el muy atractivo “que se vayan todos” que nace y resuena legítimamente de la indignación de una caída libre que parece no encontrar fondo. La salida que necesitamos, y que debiera ser la que buscamos, no está detrás de una puerta directa que nos saque, de inmediato, de este escenario, con sus vergonzosos actores y su abominable irresponsabilidad, sino que se trata de un camino que, ineludiblemente, debe transitarse, en el que la indignación ciudadana encuentre cauces y mediadores para convertirse en motor efectivo de cambio.

En este camino, no solo la ciudadanía activa y movilizada debe asumir la responsabilidad de emplazar a nuestra clase política, de manera severa, a concretar y avanzar a paso firme y ágil con una reforma política impostergable y vigilada que, aunque reñida con sus intereses, se vea en la obligación de encaminar como una única y real salida frente a la presión ciudadana, sino que también deberá ser la sociedad civil organizada quien actúe de manera vigorosa y adopte un rol protagónico en la generación o robustecimiento de espacios de diálogo y consenso que permitan canalizar demandas como exigencias sin posibilidad de prórroga.

Sin embargo, lo más importante seguirá siendo que entendamos que la indignación, por sí misma, será insuficiente para convertirse en cambio, y que nuestro reto pasa por convertirla en compromiso colectivo, responsable y sostenido con aquel nuevo punto de partida al que anhelamos llegar y que demanda de todos y todas.

La República

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