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La argolla andina

“Nunca antes esa argolla andina estuvo en el poder, pero ha llegado con las mismas leyes que se manejan en el Ande. De allí que sea tan importante que la “retribución” no solo se dé en efectivo, sino con favores personalísimos”.

Durante siglos, los peruanos hemos sido testigos de la corrupción que perpetraban las argollas de casta. Por eso, en el imaginario popular, la estampa de la corrupción eran dos caballeros con sombrero de copa, uno entregando una bolsa llena de billetes, y el otro recibiéndola. Los dos, no tan ficticios miembros de la irrompible argolla, limeñísima institución para la cual el intercambio de favores es algo tan natural como tomar desayuno en La Tiendecita Blanca.

Pertenecer a la argolla es algo que se ve, se disfruta, se hereda. Un privilegio más de haber nacido en cierta cuna, crecido en ciertos círculos y estudiado en ciertos colegios. Y gracias a ella, las puertas giratorias del Estado siempre favorecen a los amigotes, así como las “coimisiones” colosales, los contratos amañados, los cargos de confianza y todo lo que se pueda exprimir de la teta estatal.

Pero si el concepto básico de la argolla es favorecer a los amigos, no hay argolla más sólida e indestructible que el compadrazgo andino, ese que, bautizo mediante (de un hijo, una casa, un ternero o la virgen de yeso de la fiesta patronal) convierte al extraño en hermano y compra la incondicionalidad absoluta de por vida.

Nunca antes esa argolla andina estuvo en el poder, pero ha llegado con las mismas leyes que se manejan en el Ande. De allí que sea tan importante que la “retribución” no solo se dé en efectivo, sino con favores personalísimos, como pagar los cumpleaños de la hija o “prestar” camionetas o casas para uso privado.

Tal vez por eso don Pedro Castillo cree que eso no es corrupción. Él no ha visto la brillante moneda del caballero con sombrero de copa, pero la corrupción en el Perú puede usar sombrero chotano. Y utilizar los recursos del Estado para pagar favores a compadres y comadres es tan corrupción como la de cualquier otra argolla. A estas alturas, él ya debería saberlo.

Maritza Espinoza

Choque y fuga

Periodista por la UNMSM. Se inició en 1979 como reportera, luego editora de revistas, entrevistadora y columnista. En tv, conductora de reality show y, en radio, un programa de comentarios sobre tv. Ha publicado libro de autoayuda para parejas, y otro, para adolescentes. Videocolumna política y coconduce entrevistas (Entrometidas) en LaMula.pe.