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Los nueve semestres que faltan

A propósito de la renuncia del ministro Avelino Guillén.

Ayer que se cumplió el primer semestre del gobierno de Pedro Castillo, la pregunta principal de cualquier balance serio es si su presidencia y el país pueden soportar los nueve semestres que faltan si es que se repiten los seis meses pasados.

Lo más generoso que se puede decir del medio año es que ha sido la exposición continua y dramática de una presidencia decepcionante, de un gobierno sin dirección definida, lleno de contradicciones e inconsistencias, con expresiones frecuentes de corrupción en los niveles más altos, y la constatación angustiosa de tener un jefe de estado que, sencillamente, no tiene ninguna capacidad para ser el primer mandatario de la nación.

Eso no debe alentar iniciativas de vacancia que generarían mayor incertidumbre, sino ayudar y forzar al presidente Castillo, con todas las herramientas democráticas, desde el congreso hasta el periodismo, a que mejore sustantivamente su desempeño pues, hasta ahora, solo es una parodia mediocre de lo que debe ser un jefe de estado.

El ayayerismo mostrado hasta ahora por buena parte de la izquierda frente a los problemas obvios del gobierno está llevando a la presidencia de Castillo y al país al abismo, y es, en gran parte, responsable de lo que está ocurriendo.

Un semestre es poco tiempo –solo el 10%– de un mandato, pero es suficiente para formarse una opinión del perfil del presidente, de lo que se puede esperar de él en el futuro, y de especular con la posibilidad de mejora, algo que no es frecuente en los jefes de estado. Lo que se ve al inicio es, más o menos, lo que ocurrirá hasta el final.

Hoy el país está dividido entre dos tercios de la población que ya tienen una actitud totalmente contraria al presidente y que será muy difícil que cambie; y un tercio que lo respalda a ojos cerrados y entiende cualquier crítica al gobierno como herejía golpista, racista, derechista (como buena parte de la intelectualidad de la izquierda peruana).

¿Puede cambiar Castillo? Si no lo hace, será imposible que su presidencia dure los nueve semestres que le faltan, y la renuncia de ayer del ministro Avelino Guillén es una expresión inequívoca de la poca esperanza de la transformación indispensable de ese presidente mediocre que deambula por palacio.

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