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Adiós, toque de queda

“La dosis de libertad que está tendida sobre el calendario ha mutado tanto como las variantes del virus para poder ser lo que es hoy”.

El 2022 lucía como un año nuevo con tensiones viejas —mismo virus, mismos ‘coviartículos’—, pero con la suspensión del toque de queda desde el último jueves 27 de enero la sociedad tiene la ocasión para reconciliarse con un mundo que, aunque no volverá a ser igual al prepandémico, intenta acercarse. Se asoma así, después de una riña imparcial, uno de los primeros pactos entre las expectativas de la ciudadanía y el saturado hábito de restringir.

Ceñir, circunscribir, reducir a menores límites. El significado de un verbo tan violento como contagiar o confinar se ajusta al ritmo que el Perú asumió en marzo del 2020, cuando un encierro de 15 días encabezaba la lista de libertades anuladas; ahora, 22 meses más tarde, el país debe responder a la altura de un estatuto que parece un privilegio: transitar sin horario.

Ya que todo permiso exige una evidencia de responsabilidad, la confianza se convierte en uno de los acuerdos colectivos más modernos de este año: si antes cada persona era un sospechoso agente de transmisión, hoy es un prójimo al que se le suplica circular con prudencia durante las madrugadas restituidas.

Hernando Cevallos, el ministro de Salud, señaló que ante el incremento de contagios por la COVID-19 —más de 23.000 casos confirmados en los últimos días— el toque de queda representaba una amenaza: “Un apuro de las personas por abordar buses llenos”, es decir, una práctica que inducía a la aglomeración.

Visto así, un precepto de seguridad se transformó en un riesgo. ¿Y un riesgo puede retornar a precepto de seguridad? Sí, y con mayor disciplina. Cabe recordar que el primer toque de queda iniciaba a las 8.00 p.m. y culminaba a las 5.00 a.m., pero ante el aumento de positivos se amplió entre las 6.00 p.m. y las 5.00 a. m. La dosis de libertad que está tendida sobre el calendario ha mutado tanto como las variantes del virus para poder ser lo que es hoy. Merece la pena, quizá la alegría, cuidarla con el fin de que la limitación no sea un hasta luego sino un adiós.

Camila Vera

Correctora web y columnista del espacio Glosario azul en La República. Periodista piurana (Udep) con experiencia en el género argumentativo y narrativo, y en la docencia de la gramática española.