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Nuestras redes siguen siendo nuestras, por Eduardo Villanueva Mansilla

“Unos defienden universidades bamba, otros al capital, incluso si contamina con petróleo el mar de todos. No importa la razón: en mis ‘redes’ está la caja de resonancia en la que siempre creeré tener la razón”.

Hace un año, nuestro ahora presidente aparecía perdido en las encuestas, con apenas ocho por ciento de “podría votar por él” y un error muestral en intención de voto; carecía, pues, perspectiva de ganar. Forsyth todavía parecía relevante.

Ciertamente, la victoria de Castillo en la primera vuelta fue una sorpresa para todos, comenzando para él mismo. Esa sorpresa se expresó en reacciones como aquella que enunciaba que “las redes no son el Perú”. Muchos, convencidos por sus feis y sus tuits que otro (a) ganaría, vieron en la victoria de un izquierdista (difuso) un momento de quiebre en la sociedad peruana: “las redes” no representan ni al país ni a su política, y en ellas es fácil caer en la ilusión que un TikTok podía definir el curso del país.

¿Fue así? Castillo venció en primera vuelta, entre otras razones, por los muchos voluntarios que difundieron mediante WhatsApp una visión del candidato en la que era encarnación de la idea crítica (ver El Perú desde la Escuela, gracias a la UP). Este empujón fue suficiente para llegar a la victoria, gracias a las fracturas políticas de larga data. Las pasadas elecciones solo dejaron espacio para que un sector específico lograra ganar mientras otros se fragmentaban en pedazos aún menores.

Esto apunta a un error en la opinión. Mis redes no son las redes, porque lo que llamamos “redes” son en realidad medios de comunicación que reflejan mis redes de contactos. En español usamos “redes sociales” como sinónimo de medios sociales. Pero las redes son eso, redes de personas; los medios sociales reflejan esos contactos, efectivos o deseados, reales o virtuales. Cuando no aparece en mis “redes” opinión alguna favorable a un candidato determinado, es que mis redes de contactos están ignorándolo, lo que se nota en mis medios sociales, donde es fácil excluir lo que no me gusta. Estamos en cajas de resonancia donde lo que pensamos siempre termina ganando porque es lo único que circula; hay miles más de esas cajas de resonancia en todo el país, en todo el mundo, que se expresan en unos cuantos medios.

Esta tendencia es global, pero se agrava en nuestro país pues la política es tan servil a los intereses privados que la controlan, que las fracturas históricas se han encontrado con las “redes” y han salido reforzadas; nadie se da cuenta que lo que dice solo lo escuchan sus amigos. Nos entregamos al placer de escucharnos, mientras los distintos personajes que controlan el poder hacen lo que quieren para sus propios intereses. Unos defienden universidades bamba, otros al capital, incluso si contamina con petróleo el mar de todos. No importa la razón: en mis “redes” está la caja de resonancia en la que siempre creeré tener la razón.

Eduardo Villanueva Mansilla

Profesor principal del departamento de Comunicaciones de la PUCP. Investiga sobre política y desigualdades digitales, y el contacto de estas con prácticas de la cultura digital, desde memes hasta TikTok.