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Con Cantinflas en Paracas

“Paracas se encuentra sometida a una parálisis innecesaria y absurda, tanto que hoy, martes, cuando ya nadie habla en el mundo de tsunami alguno, cientos de lanchas de pescadores siguen varadas en la playa…”.

Si no estuviera ya muerto, uno juraría que las políticas de este gobierno las diseña Cantinflas. Así de disparatadas, dislocadas y rocambolescas resultan en su mayoría. Y la última de ellas la viví en carne propia, pues plugo al cielo que anduviera yo de vacaciones por Paracas, la pequeña ciudad sureña que quedó semiinundada, porque a nadie se le ocurrió dar una alerta en el litoral tras la erupción del volcán Tonga.

Como todos saben, la madrugada del sábado, la mayor parte de los cuarenta países que conforman la cuenca del Pacífico dieron alerta de tsunami, menos la gloriosa Marina de Guerra del Perú (a la que correspondía hacerlo), que decidió que una situación, digamos, exótica como aquella no entraba en sus sagrados protocolos. Pero, claro, la naturaleza, irrespetuosa con la insigne institución castrense, siguió su curso y las aguas inundaron el malecón de la playa El Chaco, así que los pequeños comercios de la zona terminaron con toda su mercancía mojada, los espigones más frágiles de la costa amanecieron retorcidos y varias embarcaciones de pesca (y algunas de entretenimiento) acabaron extraviadas por ahí.

Pero luego vino lo más alucinante: cuando ya el resto del planeta había vuelto a la normalidad, los genios del gobierno peruano (cuya inoperancia había costado dos vidas en el norte del país) no tuvieron mejor idea que poner, esta vez, la curita mucho antes de que salga el chupo e impusieron un inflexible estado de alerta a toda la bahía.

Así, Paracas se encuentra sometida a una parálisis innecesaria y absurda, tanto que hoy, martes, cuando ya nadie habla en el mundo de tsunami alguno, cientos de lanchas de pescadores siguen varadas en la playa, lo que deja a los pescadores de la zona sin medio de sustento, a los restaurantes sin insumos y a los hogares sin su principal alimento.

Eso sin contar con que, en esta pequeña ciudad que vive del turismo, ninguno de los cientos de turistas que hoy están encerrados en sus hoteles puede ir a las Islas Ballestas, pasear por el bello malecón (que no sufrió daño alguno), acercarse a la hermosa reserva natural ni, por supuesto, remojarse los pies en la tentadora playa. No vaya a ser que a Tonga se le ocurra volver a hacer erupción en algún momento... de los próximos doce meses.

Maritza Espinoza

Choque y fuga

Periodista por la UNMSM. Se inició en 1979 como reportera, luego editora de revistas, entrevistadora y columnista. En tv, conductora de reality show y, en radio, un programa de comentarios sobre tv. Ha publicado libro de autoayuda para parejas, y otro, para adolescentes. Videocolumna política y coconduce entrevistas (Entrometidas) en LaMula.pe.