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Carta desde Madrid sobre Londres, por Mirko Lauer

“París era una fiesta, escribía Hemingway. Un siglo después el excéntrico Boris Johnson pareciera repetirlo, pero esta vez para Londres, porque en medio de la pandemia a su gente no se le ocurrió nada mejor que establecer la semana con un ‘viernes de vino’”. José Antonio García Belaunde.

Querido Mirko:

París era una fiesta, escribía Hemingway. Un siglo después el excéntrico Boris Johnson pareciera repetirlo, pero esta vez para Londres, porque en medio de la pandemia a su gente no se le ocurrió nada mejor que establecer la semana con un “viernes de vino”. Y así mientras se endurecían las normas de distanciamiento y reclusión para evitar la propagación del virus, en la oficina del primer ministro, el famoso número 10 Downing Street tenía sus propias normas sociales, inclusive hasta el extremo del mal gusto de celebrar una fiesta de despedida, en la que participó él, estando aún insepulto el cadáver de Felipe de Edimburgo, marido de la reina Isabel.

Extraño personaje Boris Johnson, con gran habilidad y olfato para forjar una candidatura exitosa no exenta de indisimulado oportunismo, pero que en el ejercicio del cargo ha ido de más a menos. Si una buena dosis de demagogia le valió para hacerse del cargo, la misma no le ha servido para mantener la popularidad o esconder sus fallidos alardes victoriosos con el COVID ni sus desplantes frente a la UE.

El país europeo con más muertes y con un manejo errático de la pandemia hasta que llegó la vacuna, donde sí fue exitoso. El Brexit que él apoyó y que lo encumbró no supuso mejorar la calidad de vida de los británicos sino más bien su deterioro, tanto en el suministro de bienes como en la provisión de mano de obra, para no mencionar fuga de talentos, el resurgimiento del nacionalismo secesionista de Escocia. Para no mencionar lo de su propia cosecha, es decir la imagen internacional ajada de un gobierno que desafía pública y estentóreamente a la UE, sin que esta se dé por aludida ni haga las concesiones exigidas y que además se empeña en reconocer a amenazar con hacerlos, los tratados que poco antes había negociado y firmado.

Ya empezó la cuenta regresiva del reloj político del primer ministro. Como con Margaret Thatcher, a quien los barones de su partido echaron como luego hicieron con Theresa May, de quien fue canciller, todo hace presumir que su suerte no será distinta.

Y quizá entonces tendrá que decir “the party is over” o quizá, tratándose de él, “se acabó la función” y se vaya con el circo a otra parte.

Abrazo.

José Antonio García Belaunde

La República

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