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La ley de mi papito

“Como ocurrió en Miraflores con el sujeto llamado Stefano Orlandini Regalado, quien hasta se dio el gusto de insultar y cachetear a un efectivo de seguridad...”.

En los Estados Unidos, ese país que para tantos limeños de las clases altas es el paraíso en la tierra, un agente de la policía que detiene a un ciudadano en falta tiene el mandato de darle indicaciones precisas de cómo proceder y, si el susodicho intenta desoírlas, argüir o resistirse, también de reducirlo usando la fuerza. ¡Ni qué decir de un comentario lejanamente insolente! Es suficiente para llevarse al faltoso esposado y no hay tutía que valga.

En cambio, en Lima, un hombretón, mayor de edad, que viola flagrantemente el toque de queda se siente con derecho a exigir a la policía que, antes de detenerlo y llevárselo a la comisaría, como se debe, espere a que venga su papito a defenderlo, como ocurrió en Miraflores con el sujeto llamado Stefano Orlandini Regalado, quien hasta se dio el gusto de insultar y cachetear a un efectivo de seguridad.

En esta ocasión, las fuerzas del orden actuaron de manera impecable, pues igual se llevaron al matoncito a la comisaría y ahora tendrá que pagar una buena suma como multa.

Qué diferencia con la actitud de un efectivo del ejército que, al inicio de la pandemia, dejó ir a un infractor del toque de queda a cambio de propinarle unas cuantas cachetadas. Pese a los elogios que provocó entre los entusiastas de la mano dura, ese militar estaba debilitando a su institución, porque, al aplicar la justicia por mano propia, le daba en la yema del gusto al transgresor. Vamos, ¿qué delincuente no preferiría una buena bofetada a irse preso?

Pero las tribunas siempre aplauden la violencia, sea la del padre prepotente o la del militar que tortura, aunque deje al faltoso sin sanción real. La marca de una sociedad civilizada no es el linchamiento, la cachetada o el grito, sino la justicia, y las fuerzas del orden tienen la prerrogativa de usar la fuerza, de manera proporcional a la falta, y no la de hacer justicia por su cuenta o atender a las órdenes de un papito gritón.

Maritza Espinoza

Choque y fuga

Periodista por la UNMSM. Se inició en 1979 como reportera, luego editora de revistas, entrevistadora y columnista. En tv, conductora de reality show y, en radio, un programa de comentarios sobre tv. Ha publicado libro de autoayuda para parejas, y otro, para adolescentes. Videocolumna política y coconduce entrevistas (Entrometidas) en LaMula.pe.