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Hasta las estrellas

“... Y la carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos culminaría con el Módulo Lunar descendiendo sobre la Luna y empleando en sus motores el oxidante de Paulet...”.

Por Álvaro Mejía (*)

Tras la llegada del hombre a la Luna, en 1969, los congresos aeroespaciales acordaron que todo país tenía derechos sobre el espacio exterior. Así, en 1974, a un siglo del natalicio de Pedro Paulet, pionero peruano de los vuelos espaciales, nació la actual Agencia Espacial del Perú.

En 1902, Paulet, ingeniero químico graduado en la Universidad de París, acabó el diseño de un avión-cohete metálico, de ascenso y descenso verticales, y de motores-cohete con propelentes líquidos, los que adaptó de un explosivo militar.

Soñando con una industria aeronáutica nativa, vino al Perú a fabricarlo. Aspiraba al “dominio de los cielos” para el país. Veía los aeroplanos de los hermanos Wright como “frágiles cometas” de tela y madera, con hélices de pobre rendimiento. Pero, en 1910, llegaron de Europa noticias de que el peruano Jorge Chávez batía récords de altura en un aeroplano, y otro peruano, su primo Juan Bielovucic, en torneos de distancia y velocidad.

En el Perú, optaron por importar aeroplanos para cuidar nuestras fronteras. A Chávez lo invitaron a formar pilotos y aceptó. Paulet, director de la Escuela de Artes y Oficios, abrió una sección de construcción y mantenimiento de aviones.

Chávez sobrevoló los Alpes, pero murió. Bielovucic vino a reemplazarlo. Al revelar las últimas palabras de su primo y camarada, acuñó ese lema inmortal: “Arriba, siempre arriba. Hasta las estrellas”. El 15 de enero de 1911, hizo el primer vuelo de un avión en el país. Profesores y alumnos de la Escuela de Artes y Oficios fueron parte de su staff técnico. Así germinaría la actual Escuela de Sub Oficiales de la Fuerza Aérea del Perú, como previó Paulet.

Tristemente, la escuela de pilotos de Bielovucic duró poco. Él siguió y, en 1913, fue el segundo hombre en el mundo en sobrevolar los Alpes.

En cuanto a Paulet, la oportunidad para sus inventos llegaría tras su muerte, ocurrida el 30 de enero de 1945. Acabada la Segunda Guerra Mundial, un avión-cohete (un jet) rompería la barrera del sonido en 1947 y la carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos culminaría con el Módulo Lunar descendiendo sobre la Luna y empleando en sus motores el oxidante de Paulet, como harían el rover Curiosity, la sonda Juno, los cohetes que lanzaron el Perú Sat-1, el Crew Dragon (de Elon Musk) y tantas astronaves. Hoy, el motor-cohete de Paulet se estudia para los viajes del futuro.

La semana que, a fines de enero, dispensará la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa, de Arequipa, en homenaje a Paulet supondrá también reconocer a Chávez, Bielovucic, Quiñones y a la milenaria tradición de hombres voladores del Perú.

(*) Miembro correspondiente del Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú.

La República

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