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La fragilidad de la libertad

“Las mafias de todo pelaje así lo entienden y arremeten. Insensiblemente, nos van arrebatando derechos esenciales como la libertad de expresión e información, sin los cuales la democracia perece...”.

Imaginen lo que sentirían si, en plena madrugada, una veintena de policías y fiscales irrumpieran en su intimidad. Es la definición misma de lo traumático. Aquello que sentías seguro, protegido, intocable, manoseado por personas premunidas de una absurda orden de allanamiento. Kafka tomaría nota y asentiría. Eso fue lo que ocurrió en el domicilio de Pedro Salinas, autor del libro Mitad monjes, mitad soldados, en colaboración con Paola Ugaz.

Desde que publicaron esa investigación, los intentos de amedrentarlos por parte del Sodalicio no han cesado. Es evidente que esta organización posee los recursos para hacerlo. Me consta. Estuve en la fiscalía defendiendo los peritajes psicológicos que hice a un grupo de exsodálites que denunciaron a dicha secta. Del otro lado estaban cuatro abogados de los estudios más renombrados del Perú, intentando desacreditar mi trabajo. ¡Felizmente discutimos de psicología y no de derecho!

Pedro Salinas es un periodista curtido que no se va a dejar amedrentar por denuncias disparatadas como la de colusión agravada. La cual, dicho sea de paso, jamás debió ser admitida y eso es otro indicador de lo quebradizo que es el hielo sobre el que estamos caminando.

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Sin jueces y fiscales dispuestos a acoger sospechosas denuncias, estos allanamientos propios de una dictadura no serían posibles.

Lo propio sucede con la demanda de cien millones de soles contra Christopher Acosta, en una inconsciente confirmación de la expresión popular “plata como cancha”.

La atención y solidaridad que ha despertado su caso garantiza que, por lo menos, el juez se lo estará pensando muy bien antes de emitir lo que parecía ser una muerte anunciada. El problema es que se va creando un clima de amenazas, a fin de que todos nos preguntemos si nos vamos a exponer a este tipo de ajusticiamiento.

El Gobierno, enfrascado en su laberinto de ineficiencia y corrupción, envía la señal de que la única libertad que le concierne es la del presidente y sus allegados.

Las mafias de todo pelaje así lo entienden y arremeten. Insensiblemente, nos van arrebatando derechos esenciales como la libertad de expresión e información, sin los cuales la democracia perece.

La horrible experiencia de Pedro Salinas nos deja, sin embargo, una metáfora interesante: no se pudieron llevar su computadora, con un nuevo libro casi listo sobre el Sodalicio, porque estaba empotrada en la pared.

A buen entendedor…

La República

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