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Utopía y desencanto

“Añadamos la desesperanza y decepción por el Gobierno legítimamente elegido, el cual se ha empeñado en destruir la oportunidad de hacer precisamente eso para lo que fue elegido: gobernar...”.

Hace años perpetúo la costumbre de releer, al llegar estas fechas, unos ensayos de Claudio Magris cuyo título es el de esta nota. ¡Puede incluso que ya lo haya empleado antes! De ser así, pido disculpas a los lectores y espero que la nota aquí presentada me justifique.

En el primer texto del libro, basado en el diálogo entre un vendedor de calendarios –soy usuario persistente de esos objetos casi en desuso– y un transeúnte, de Leopardi, Magris escribe: “Creer confiadamente en el futuro, como los positivistas del siglo XIX, es hoy día ridículo, pero igualmente obtusas son la idealización nostálgica del pasado y la grandilocuente énfasis catastrófica”.

He pensado en este párrafo al leer el estudio de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) para el diario La República, en donde un 40 por ciento de peruanos opina que el año venidero será mejor.

Por un lado, resulta fácil desinflar el globo de esa ilusión. Por el otro, ¿cuál es el sentido de hacerlo? El 2021 nos ha golpeado con una intensidad inconmensurable. A los desastres sanitarios de la pandemia se han sumado, con una suerte de ensañamiento sádico, la crisis económica y política.

El hambre y las enfermedades –no solo de covid muere la gente–, el atroz manejo de la educación, el crecimiento de la inseguridad y un penoso etcétera en el que ha emergido lo peor de nuestra sociedad: racismo, clasismo, xenofobia, rencores, discriminaciones de todo pelaje, en particular contra los grupos lgtbq+. Como si un demonio se hubiera ensañado con nosotros, haciéndonos batir el más triste récord imaginable: el de la proporción de muertos por la pandemia a nivel mundial.

Añadamos la desesperanza y decepción por el Gobierno legítimamente elegido, el cual se ha empeñado en destruir la oportunidad de hacer precisamente eso para lo que fue elegido: gobernar para los desposeídos y excluidos de nuestra historia. Nada de eso ha ocurrido. Por el contrario, lo que se advierte es una perversa combinación de inepcia con corrupción, discursos vacíos y silencios atronadores de parte del presidente.

Como si no fuera evidente la intención de sus enemigos de vacarlo desde el día uno, Pedro Castillo se empeña en darles municiones para que lo hagan.

¿Cómo no entender entonces la esperanza de que el próximo año sea mejor? Magris lo dice con exquisita elegancia: “El desencanto, que corrige a la utopía, refuerza su elemento fundamental, la esperanza”.

De eso se trata.

La República

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