Cronograma de retiro AFP, según José Luna

Sanz y sus mares de miel

Alejandro busca estrechar la mano de su pasado a través de Sanz, su último álbum.

Sanz es su apellido artístico y también el nombre de su último disco. La sobria elección de Alejandro coincide con el ritmo de los diez temas que unas horas atrás aterrizaron —”porque el alma de los hombres es como el del ave”— en las plataformas musicales. Cuando clic y pandemia, dos términos de campos semánticos distantes, se asociaron para resguardar la existencia mediática de los artistas y el alivio emocional de los oyentes encerrados, el cantautor español decidió darle una tregua más a la gramática: componer para su yo más íntimo, para su primera persona en singular.

Confinado en Moratalaz, su antiguo barrio en Madrid, Alejandro se hizo amigo de sus recuerdos, comandante de sus propios pasos elegantes, general de sus destinos, tal vez, y emprendió así el camino hacia el punto de convergencia de gran parte de los autores con trayectorias amplias: redescubrirse en sus propias obras. Sucedió con Leo Dan, sucedió con Joaquín Sabina.

De 1991 al 2021 hay 30 años de carrera musical, 19 discos, 26 premios Grammy y una estrella en el Paseo de la Fama. Él es “el fuego que no paró de arder” desde que Viviendo deprisa, su álbum debut, consiguió siete discos de platino en España y más de un millón de copias vendidas. Pero como “no hay dos sin tres”, porque “la vida va y viene y no se detiene”, Alejandro busca estrechar la mano de su pasado a través de “Uno nada más”, “Si yo quisiera y si tú pudieras”, “Iba”, “Ya no quiero suerte”, “No sé que me pasas”, “La Rosa”, “Geometría”, “Y ya te quería”, “Bio” y “Mares de miel”.

Cada canción le ha robado el alma al aire para dársela al público en un suspiro. Bien entona Alejandro que “los corazones fuertes se tienen que encontrar” y, en medio de una crisis sanitaria, un espacio de acercamiento seguro es algún estribillo con melodías flamencas y guitarras, como lo fue en su momento el de “Aprendiz” y el de “Te lo agradezco, pero no”. El compositor ha volteado la cara hacia el siglo pasado para encontrar sus raíces en la música, algo que, según afirmó ante las cámaras, es su vida, y gracias a ese trato amable con los recuerdos sus seguidores también acaban de recibir un regalo navideño antes de la fiesta.

“Esta pandemia me ha dado la oportunidad de sentarme y perder todo el tiempo del mundo en hacer el disco que quería hacer, cuidando los detalles, haciendo que todas las canciones tengan una sola voz y todos los sonidos formen una comunidad”, confesó el madrileño durante su encuentro por Zoom con varios medios de la región, entre ellos, La República.

A puertas de clausurar otro año pandémico y de saludar a uno nuevo pero igual de manchado con el virus, un producto artístico como el de Sanz es la prueba de que las limitaciones, incluso las impuestas a nivel mundial, son ocasiones para buscar libertad, porque a fin de cuentas “llevas al desierto tu propia arena”, tararea Alejandro. Mientras él recupera estrofas, los fánáticos pueden usarlas para contestarle: “Y siento tu alegría como mía la luna que ilumina los mares de miel”.

Camila Vera

Correctora web y columnista del espacio Glosario azul en La República. Periodista piurana (Udep) con experiencia en el género argumentativo y narrativo, y en la docencia de la gramática española.