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La teoría del entorno tóxico

“Un solo episodio de conducta sospechosa en alguien cercano basta para desacreditar a un mandatario. Ese es el tipo de material del que están hechos los escándalos”.

En algunos sectores se está llegando a la conclusión de que el problema de Pedro Castillo es estar rodeado de personas inescrupulosas. Una vez reemplazado ese círculo por uno más adecuado, las cosas mejorarían considerablemente. Sería la clásica moralización que empieza por casa, de la que no hay muchos ejemplos.

La teoría del entorno tóxico que circunda a un mandatario esencialmente honesto es tan antigua como la política misma. En algunos casos ha demostrado ser cierta, en otros ha llegado a ser desmentida por los hechos. Mucho tiene que ver la conducta del propio gobernante cuando las toxicidades se demuestran.

Siempre queda la pregunta sobre por qué el mandatario terminó (o, en este caso, comenzó) rodeado por un elenco de mala catadura. Lo menos que se le puede atribuir es una supina incapacidad de evaluar a las personas. Quizás también una convicción de que puede controlarlas, es decir neutralizar esa toxicidad.

Más crítica es la hipótesis de que el mandatario conoce lo que sucede en su entorno, que puede ser amplio, pero no lo considera importante. Por ejemplo, si cree que la presidencia es un blindaje que se extiende a sus colaboradores, o si estima que la tarea de gobernar tiene otras prioridades, y por tanto mayores urgencias.

En el caso específico de Pedro Castillo a la teoría le falta un tramo para ser demostrada. Desde una mirada complaciente, los casos de toxicidad detectados en torno suyo todavía podrían ser puestos en el cajón de las excepciones. Esto supondría sentarse a esperar que el número de casos probatorios, y comprobados, vaya apareciendo.

En realidad, un solo episodio de conducta sospechosa en alguien cercano basta para desacreditar a un mandatario. Ese es el tipo de material del que están hechos los escándalos. Tener que proclamar su propia inocencia es una situación a la que un presidente no puede llegar sin quedar seriamente afectado en su imagen.

Por otra parte, para un gobernante sin muchos recursos sociales, licenciar de cuajo a un entorno que él reconozca como inconveniente (compuesto en parte por familiares seguramente queridos) no parece una cosa fácil. No puede gobernar en la soledad del cargo, pero nada garantiza que escoja mejor a un nuevo entorno. La desintoxicación no es un asunto sencillo.

La República

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