¿Volverán los días fríos en Lima? Senamhi aclara

Narcos X

“Por favor, pregunte, insistió con sus labios hinchados por el golpe, suplicando que no lo mate cuando el narco desenfundaba su pistola”.

El joven Frank estaba en una discoteca sinaloense la última noche de un viaje de negocios. De pronto llegó alguien que sus amigos locales le advirtieron que era un narcotraficante, lo seguía una especie de séquito. Mientras subían al VIP, la novia del narco empezó a mirarlo y él, precavido por el temor, miraba hacia otro lado, evitando la más mínima posibilidad de generar alguna reacción en el criminal. La novia del narco lo seguía mirando desde la barra y él decidió, por debida precaución y aconsejado por sus amigos, retirarse del local. Tenía la seguridad de estar haciendo lo más prudente. Cuando estaba a punto de salir, sin embargo, dos individuos lo interceptaron antes de que alcanzara la puerta y tomándolo de los hombros le dijeron: “Ven acá, ven acá, pendejo”. “¿Qué pasa?”, preguntó, pero no obtenía respuesta. Seguían avanzando. Le habían tomado cada uno un brazo y caminaban hacia alguna parte mientras él sudaba helado. Cuando llegaron a la pista de baile alcanzó a ver a sus dos amigos. Estaban arrinconados en una pared por otros hombres. Aprovechando la oscuridad, le pusieron una bolsa en la cabeza, lo hicieron bajar unas escaleras y, recién cuando abrieron una puerta, le quitaron la bolsa. El narco estaba allí, en un sótano y le dijo, mientras él temblaba de miedo: “Así que tú eres el pendejo. ¿Qué haces coqueteando con mi mujer?”. “Yo no he coqueteado con su mujer, señor, puede preguntar”, alcanzó a decir, antes de recibir un cachetadón. Por favor, pregunte, insistió con sus labios hinchados por el golpe, suplicando que no lo mate cuando el narco desenfundaba su pistola. “A ver, pendejo”. “Pues para ser justos, este hijo de la chingada no la miró, patrón”, comentó su lugarteniente. -¿Estás seguro, cabrón?

-Sí, patrón. Frank empezó a respirar aliviado, pero el narco lo seguía mirando, sin dejar de apuntarle la cabeza.

-Igual te voy a matar, pendejo.

-Pero, señor (le decía señor, procurando compasión), yo no he hecho nada de malo, respeté que estaba con usted, dijo Frank, creyendo que podía librarla. -Igual te voy a matar, dijo el narco.

-Por qué señor, yo no he hecho… Frank no alcanzó a terminar la frase porque el narco lo asesinó.

-Desaparezcan a este pendejo, qué se habrá creído este cabrón de gustarle a mi hembra, les dijo el narco a sus hombres mientras guardaba su pistola. Los ruidos de los bajos seguían sonando, hasta allá abajo donde terminaron los días de Frank, cuyo cuerpo yacía sobre el piso.

René Gastelumendi

Extremo centro

René Gastelumendi. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.