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Nicaragua: como decían ayer

“El expresidente de Chile, Ricardo Lagos, ha reclamado la acción de los presidentes latinoamericanos y la aplicación al caso de la Carta Democrática Interamericana”.

Luego de más de transcurridas cuatro décadas desde la caída de Somoza, parecía que una autocracia semejante pudiera recrearse en el presente. Parecía tan grande e irreversible el impacto del gran movimiento nicaragüense y continental que terminó con esa dictadura familiar.

Pues no fue tan irreversible. El domingo 7 termina un proceso electoral lleno de trampas, atropellos y represión que es una especie de callejón oscuro pauteado para formalizar la prolongación en el gobierno de la dupla Ortega/Murillo. Que incluye la cancelación de tres partidos de oposición y el arresto de siete aspirantes a la presidencia.

La organización IDEA ha destacado algunas de las alteraciones a un proceso electoral regular: “manipulación excluyente del padrón, persecución judicial de opositores, exclusión de candidaturas, uso ilegal de recursos del Estado con fines proselitistas, y la falta de garantía de los derechos y libertades por parte del poder ejecutivo y la autoridad electoral”.

Ante situaciones como esta, el mundo muchas veces ha reaccionado. Por ejemplo, el año 2000 ante el intento de Fujimori de una segunda e inconstitucional reelección. No solo el pueblo peruano reaccionó sino la comunidad internacional a instancias de la oposición democrática peruana. Que llevó a que a partir de la asamblea de la OEA en Windsor, Canadá, de junio del 2000, se impulsara la “Mesa de Diálogo” entre la autocracia fujimorista y la oposición democrática. Proceso que, con un sólido manejo político desde la oposición, trabó el funcionamiento del régimen y acabó con la fuga de Fujimori.

Reacciona también, ahora, la Unión Europea (UE) ante el sistemático proceso de demolición de la democracia en Polonia, empezando por la independencia judicial. El régimen que maneja Kaczyński, en su confrontación con una institucionalidad y valores democráticos construidos a lo largo de varias décadas, opone un chauvinismo desfasado. Ante ello la UE ya está actuando. Con energía, en defensa de la independencia judicial; lo que incluye el respeto a las decisiones del tribunal de justicia de la UE, creado por decisión soberana precisamente para que administre justicia.

En Nicaragua ante los cuestionamientos a conductas sistemáticas de erosión de la institucionalidad democrática, el régimen Ortega/Murillo ha reaccionado diciendo lo de los autócratas en ese tipo de circunstancias: que las elecciones en Nicaragua son solo un asunto de “soberanía nacional” y que la comunidad internacional no debe inmiscuirse en sus “asuntos internos”. Esto no es cierto ni correcto. Los valores y estándares fundamentales que están de por medio forman parte de un ordenamiento internacional construido, precisamente, por una articulación de decisiones soberanas. Que no pueden ser avasalladas en nombre de la soberanía.

Frente a este preocupante curso de las cosas, sin embargo, falta una comunidad internacional –o, al menos, interamericana– actuante y vigorosa. Y en esto le cabe un papel especial a la comunidad interamericana, afectada, como es evidente, por la crisis del multilateralismo, tanto global como regional. Su virtual inacción –o reacción “asordinada”– no hace sino contribuir y agravar la crisis.

En el Consejo Permanente de la OEA se han adoptado dos resoluciones, sí. Pero que, por su contenido, no estaban destinadas a cambiar el curso de las cosas. Pasos aislados, además, que no forman parte de una estrategia diplomática y política de la región para cambiar el curso de impune colisión con los valores democráticos.

El expresidente de Chile, Ricardo Lagos, ha reclamado la acción de los presidentes latinoamericanos y la aplicación al caso de la Carta Democrática Interamericana: “Es inadmisible el silencio y la inacción de nuestros mandatarios. … es necesario consolidar los mecanismos del rechazo, actuar con energía y protegerse de aquellos que entran por la puerta de la democracia para luego destruirla”. En una dirección de esa naturaleza se tendría que caminar. ¿Actuarán las democracias frente a la legitimación que intentará, sin duda, el régimen luego del domingo?

La República

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