Precio del dólar hoy, 23 de abril

Aprendiendo a caminar por un manicomio

A veces es mejor no buscarle la lógica a lo que no la tiene.

Cada día es más difícil entender a un gobierno cuya huella es la inconsistencia, algo que genera incertidumbre y mella la confianza en el mismo.

La premier Mirtha Vásquez fue designada en vez de Guido Bellido para reducir el peso grande y nocivo del buró en la sombra de Vladimir Cerrón, pero va a Interior Luis Barranzuela, quien parece colocado para cuidarle las espaldas en sus juicios, aunque lo más probable es que eso solo sea un efecto colateral por el interés de fortalecer el vínculo con cocaleros del Vraem, en donde el nexo es el congresista Guillermo Bermejo, quien parecía incondicional de Cerrón pero hoy parece la ‘chochera’ del presidente Pedro Castillo.

Se saca de Educación a Juan Cadillo, quien mostraba clara vocación por proseguir con la reforma educativa, para poner en su lugar a Carlos Gallardo, quien hoy apunta en sentido contrario.

Se retira a Héctor Béjar de Torre Tagle no solo por su visión sobre el origen de Sendero, sino por su interés de vincular al Perú con el chavismo regional, expresión de lo cual fue su reemplazo por Oscar Maúrtua, pero luego se designa como embajador ante el gobierno ilegítimo y autoritario de Nicolás Maduro a alguien rechazado por Panamá e investigado por la fiscalía, la cual solicita que se le impida salir del país por sospechar que Castillo le quiere construir un túnel de escape diplomático.

El ruido sigue en una bancada parlamentaria como la de Perú Libre en la que un día dicen que se pasan a la oposición y que no le darán la confianza al gabinete Vásquez, y al otro día alaban designaciones en el gobierno, como la del ‘embajador’ Richard Rojas.

Y Ricardo Belmont insulta a Pedro Castillo la semana pasada –”me da pena, irá a la cárcel o terminará rico y fugado del país”–, pero ayer el presidente nombra al ‘hermanón’ al frente de la asesoría del despacho presidencial.

Algunos quieren creer que el presidente Castillo es un gran estratega político que confunde a todos, pero, a veces, es mejor no tratar de encontrarle lógica a lo que no la tiene.

Mejor es, simplemente, sorprenderse cada día por la última extravagancia, lo que obliga a todos los actores políticos, sociales y económicos del país a tener que vivir como aprendiendo a caminar por un manicomio.

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