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El olvido que seremos

“Lo notable es que, en Colombia, en medio de una situación que a veces parecía sin salida, hubo capacidad de hacer la luz al fondo del túnel y abrir una ruta de salida”.

No es fácil el tránsito de una novela al cine, especialmente si la novela es buena, como El olvido que seremos del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince. Traducir al lenguaje cinematográfico el clima, la narración y las intensidades que recorren una novela es difícil y ha frustrado muchas películas. Esta pasó la prueba, premiada recientemente en los Premios Palatino que dan los productores iberoamericanos de cine y televisión.

Que tiene que ver, en esencia, con la maravillosa relación entre el escritor de niño y joven con su padre, el médico Héctor Abad Gómez. Trama fundamental íntimo, de enriquecimiento recíproco creciente y de acompañamiento a los trajines del padre en los ochenta como defensor de los derechos humanos en sus recorridos por los barrios pobres de Medellín.

En momentos críticos de la historia colombiana y cuando la desesperanza, la violencia y el horror parecían imponerse, Abad Gómez estaba defendiendo los derechos humanos y promoviendo programas de salud. Tuve la suerte de conocerlo junto a otros valerosos colombianos defensores de los derechos humanos. Afable, de buen humor y lejano de cualquier arrogancia o autosuficiencia.

Volví en 1988, un año después de su asesinato, y el contexto dramático era el mismo. Tenía que elaborar un informe para Naciones Unidas acerca de la espiral de violencia y sus dramáticos efectos en desapariciones forzadas y homicidios. Se había intentado a mediados de los ochenta un proceso de paz con las FARC cuando gobernaba Belisario Betancur (1982-86). Algo se avanzó y de allí se formó el partido Unión Patriótica que incluía a antiguos miembros de las FARC y a otros elementos de la izquierda. No funcionó.

La intolerancia se impuso. Pudo más y hubo más violencia y sangre. En la UP y en los medios sindicales miles cayeron víctimas de la violencia de la extrema derecha y de un impune paramilitarismo que no daba tregua. En el período 1984-2002 esta violencia dejó más de 4.000 personas asesinadas. La posterior reanudación del violentismo de las FARC y las vidas que ellos segaron, desde su lado, cerraron en el país un círculo dantesco de violencia que parecía inagotable.

Ni el libro de Abad Faciolince ni la película podían traducir todo este contexto dramático y de aparente callejón violentista ascendente y sin salida. Pero está la esencia de su bárbaro accionar intolerante que se llevó de encuentro la vida de personas buenas como Abad Gómez.

Lo notable es que, en Colombia, en medio de una situación que a veces parecía sin salida, hubo capacidad de hacer la luz al fondo del túnel y abrir una ruta de salida. Y fue capaz la sociedad colombiana de construir un laborioso proceso de negociaciones. Que culminó en el acuerdo de paz firmado hace cinco años, la creación de una vigorosa justicia transicional y de una comisión de la verdad que se encuentran en plena actividad.

Por supuesto que nada de esto sugiere que de los acuerdos derivó un mundo color de rosa. Pero si uno en el que la matazón incontrolable ha sido notablemente controlada quedando, eso sí, enormes preocupaciones sobre los reiterados homicidios de líderes sociales como lo acaba de expresar hace pocos días el propio secretario general de la ONU.

Indispensable recordar todo esto cuando la premiación de una gran película basada en una novela idem rinde homenaje a una persona buena y entregada sin cuyas contribuciones habría sido imposible mantener viva la llama de la tolerancia del respeto por la gente y de la posibilidad de vivir en paz.

Post scriptum: Vamos mal con la espiral confrontacional entre el Ejecutivo y el Congreso, conduce al desastre. Es de desear que, con la salida de Bellido, un premier dedicado a petardear al presidente, se organice un gobierno más cohesionado.

CONCIERTO POR LA PAZ EN BOGOTÁ

BOG01. . BOGOTÁ (COLOMBIA). 26/09/2016. Cientos de personas se reúnen para disfrutar "El concierto de la paz" hoy, lunes 26 de septiembre de 2016, en la Plaza de Bolívar de Bogotá (Colombia). EFE/LEONARDO MUÑOZ

La República

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