No poder botar a un mequetrefe, por Augusto Álvarez Rodrich

Lo peor para un presidente no es que su pueblo crea que gobierna mal, sino que este le pierda el respeto porque cree que ni siquiera gobierna debido a que alguien ocupó el puesto que la ciudadanía le otorgó, y que se rindió y resignó sin, al menos, dar batalla.

Eso le pasa a Pedro Castillo con la nueva afrenta propinada por Vladimir Cerrón vía su premier Guido Bellido.

Si Castillo dijo que la reforma constitucional se haría a través del congreso, respetando escrupulosamente el artículo 206 de la constitución, Bellido responde que el cambio no va por ahí, pues el país requiere una nueva constitución, y a la población que ha apostado por ello no le puedes dar la espalda.

Si el canciller de Castillo, Óscar Maúrtua, recuerda la posición del Perú sobre Venezuela, Bellido le recuerda que la puerta está abierta para irse por ofender a su patrón Nicolás Maduro.

Si Castillo pone a Pedro Francke en el MEF como apuesta por alguna sensatez, Cerrón dice que eso apesta a ‘Chicago Boy’ y manda a Bellido a anunciar –hace más de un mes– que se crearán empresas estatales y que Petroperú se encargará de masificar el gas natural.

Y si Castillo va a Estados Unidos e invita a la inversión privada, y Francke resalta que no habrá expropiaciones, Cerrón vuelve a traer a Evo Morales al Perú y Bellido anuncia una expropiación del gas usando como pata de cabra una renegociación unilateral.

Lo peor de todo esto no es que este nuevo coche bomba lanzado por Bellido explosione, pues ni el congreso lo aprobará ni el gobierno cuenta con los recursos millonarios para expropiar.

Lo peor tampoco es que esta bomba molotov lanzada por Bellido pulverizará la ya erosionada confianza empresarial para invertir y contratar, lo cual mellará el crecimiento y el empleo.

Lo peor de todo es que el presidente Pedro Castillo tiene un premier que le falta el respeto con un anuncio tan importante como una nacionalización, sin consultarle a él ni al gabinete, y que una vez lanzado, la mayoría de ministros se alinea con Cerrón, dejándolo con banda y sombrero como un decorado más de palacio de gobierno, sin que pueda botar del mismo a ese mequetrefe de Bellido, todo lo cual refuerza la creencia de que, en su gobierno, el que corta el jamón es don Cerrón.

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