Así quedó la tabla de posiciones del grupo A en la Libertadores

Utopía y distopía

“Un Perú va y el otro viene. La turba está calmada. Castillo debuta de visita. Ya está en EE. UU., pero sigue inédito. Lo suyo no es la brillantez del discurso. En Lima siguen monotemáticos: la vacancia, la censura y un par de fascistas en medio de la fetidez de las cenizas de Abimael”.

Un Perú va y el otro viene. La turba está calmada. Castillo debuta de visita. Ya está en EE. UU., pero sigue inédito. Lo suyo no es la brillantez del discurso. En Lima siguen monotemáticos: la vacancia, la censura y un par de fascistas en medio de la fetidez de las cenizas de Abimael. Leo a Neira citando a Jara. El Trome es su referencia. Terruco mata a vedete. Cierto, evito el apanado. Ahora que sufro de cataratas, prefiero el libro Estado pluricultural en edición de Vicente Otta y Óscar Chacón.

Los leo con fruición y gozo. Entonces me cuido de los politólogos y los opinólogos. Pasan del drama a la farsa. Del rocoto de Montoya al arroz con leche de Chibolín que ya está en México y en buena hora. Digo del texto Estado pluricultural. Una antología de ensayo donde encuentro Los fundamentos éticos de las cosmologías indígenas de Stefano Varese, hasta la Culinaria de la yuca brava: Transformando veneno en alimento de Alberto Chirif, pasando por La escuela bilingüe amazónica: Aparato ideológico del estado criollo en el Perú 79 de Alfredo Rodríguez Torres. Cierto, ninguno de estos análisis figura en Trome.

Y es que me impresiona en estas horas que se editen la cantidad de estudios para una tomografía del Perú. Hay una visión cruda pero optimista. Me explica de aquellos reprimidos que ahora emergen convertidos en fuerzas populares, de raigambre indígena y mestiza y que reprenden el statu quo peruano establecido hace 450 años. Leo: “Desde el gobierno de las reformas radicales de Velasco, 1969-1975, que resucitó a Túpac Amaru y el grito de justicia social”. Entonces hay un fantasma que recorre las angustiadas y desveladas noches de los descendientes de encomenderos, oligarcas y gamonales. Transpirando esa mezcla de culpa y terror e imaginando que indios, mestizos y desposeídos quieren arrebatarles sus bienes, y hasta sus vidas.

Recordaba hace poco a la Generación del Novecientos –y su derecha ilustrada (Riva Agüero, García Calderón, Víctor Andrés Belaunde)– dolerse con la guerra con Chile echándole la culpa a nuestra diversidad y clamar por un nuevo tipo de peruano homogéneo. Y recordaba a Luis Alberto Sánchez debatiendo con Mariátegui por la construcción de un auténtico peruano mestizo. Sí, de un cholo criollo que no le entren balas. Y esa vez tuvo razón Sánchez, y su cholo incluso, agarró un toque de afro y algo de asiático. Eso somos, no ese blanco criollo y fascista que se prepara para el golpe.

La República

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