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La nueva pilcha presidencial

“Que Castillo haya incluido el uniforme populista en su guardarropa era previsible. Eso no solo envía el mensaje de que el candidato cuestionado se ha vuelto presidente, sino además lo distingue en toda circunstancia”.

Las críticas menores a Pedro Castillo se han trasladado de su sombrero a sus trajes formales para las grandes ceremonias. Desde que ganó la elección estos en efecto se han trasladado a versiones del Evo fashion y que se han convertido en algo de rigor para la izquierda latinoamericana en reuniones de importancia.

La ropa formal de Morales proviene de un encargo que, informa El País, el presidente le hizo a la célebre modista boliviana Beatriz Canedo Patiño en el 2006. Dos exigencias para la coutourière: evitar la corbata e incorporar motivos aimaras a la prenda de baby alpaca oscura. El éxito fue fulminante, no solo en América Latina.

Cuando el exsindicalista cambió las camisetas y la chompa descolgada con motivos turísticos por la elegancia de su nuevo traje el mundo dio un suspiro de alivio. Morales había lanzado un nuevo uniforme presidencial, que de inmediato algunos de sus más altos funcionarios imitaron. El resto es historia.

Más allá de los méritos de su diseño, el Morales look ha pegado, sobre todo en cumbres internacionales, por ser una transacción entre ponerse un terno oscuro y llevar una vestimenta típica (se han visto casos). Algo así como un camino intermedio entre la seriedad convencional y el desafío de una afirmación étnica.

The New York Times lo ha llamado “La moda de los populistas”, y por lo menos en esta región es así. Aunque en otras latitudes el populismo presidencial puede vestir de otra manera, pareciera que la norma es evitar la corbata como al diablo. Esta va camino de volverse la marca occidental, u occidentalizada, de un político.

Que Castillo haya incluido el uniforme populista en su guardarropa era previsible. Eso no solo envía el mensaje de que el candidato cuestionado se ha vuelto presidente, sino además lo distingue en toda circunstancia. Guardando distancias, estamos ante algo así como el terno azul oscuro del que nunca se desprendió Alan García.

¿Qué se está criticando? ¿El fuerte parecido con otros vestuarios presidenciales de la izquierda? No parece un argumento muy fuerte. Acabamos de ver al cubano Miguel Díaz-Canel de terno y corbata en México. Lo que sí se puede criticar es que el estilizado traje boliviano no pega muy bien con el ubicuo sombrerón chotano.

La República

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