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Los funerales de Abimael Guzmán

Al margen de dónde quede el cadáver, es un viaje al pasado.

Es interesante el debate sobre el futuro del cadáver de Abimael Guzmán, pero más importante, para la perspectiva futura del país, es la discusión sobre lo que el líder de Sendero Luminoso dijo, en el momento de su captura, señalándose la sien: “Al hombre le pueden quitar las cosas, menos lo que tiene acá, si uno muere, esto queda en los demás, y nunca se va a borrar”.

El cuerpo de Abimael no es el de cualquier delincuente, pues, aunque les cueste reconocerlo a muchos, él dirigió una organización terrorista que buscaba el control político del país. Como cantaban los senderistas, siguiendo a Lenin, ‘salvo el poder, todo es ilusión’.

Dejar el cadáver en un lugar público es insensato, pues no se puede establecer un sitio de culto al mayor criminal –después del covid– de la historia peruana, pero, también, porque la tumba sería dinamitada más temprano que tarde.

Como ocurrió con otros jefes terroristas, como Osama Bin Laden, la desaparición de las cenizas del cadáver en el mar es opción sensata. Para todos.

La lavada de manos del gobierno del presidente Pedro Castillo al pasarle la decisión al ministerio público se explica por su vinculación comprometedora con el Movadef, el brazo legal de Sendero Luminoso. Hiciera lo que hiciera, igual sería sospechoso.

Pero el destino de los restos de Abimael Guzmán será asunto muchísimo menos relevante que el de las narrativas que se instalen y desarrollen para el futuro, y en ese terreno, lo que se está viendo en las horas siguientes a las del fallecimiento son francamente lamentables, de derecha a izquierda.

La derecha, como se evidenció en los fogosos oradores dominicales del parque de Miraflores, quiere usar el cadáver de Abimael como pata de cabra para recuperar lo que perdió en la elección. Se percibe tanto miedo en los discursos, que parecen temer que las ideas de Sendero vuelvan a prender. ¿No tiene un discurso alterno al anfo?

La izquierda, por ciertas columnas patéticas, son tan condescendientes con el terrorismo y la relación del gobierno de Castillo con el Movadef, que evidencian que nada aprendió. ¿No tiene un mensaje claro y principista?

Al margen de dónde quede el cadáver, los funerales de Abimael Guzmán están siendo un viaje idiota al pasado.

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