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Hacia la vacuna sí o sí

“En el caso peruano antes de pasar a una obligatoriedad universal se puede ir ensayando algunas específicas, guiadas por los mapas del contagio. Pero a la vez todavía parece haber margen suficiente para intensificar las campañas para convencer a los no vacunados”.

Empujado por la tercera ola, el mundo avanza hacia la vacuna obligatoria. Los gobiernos están exigiendo a las personas vacunación en las más variadas circunstancias de riesgo, que empiezan a ser casi todas. Los días del pasaporte vacunatorio para moverse en público están a la vuelta de la esquina, si no han llegado ya.

El Perú no está ausente de este escenario. La reducción de la edad para vacunarse mantiene altas las cifras de concurrencia, y permite decir que hay millones de personas que buscan la inmunidad. Pero en las edades que pudieron acceder temprano al beneficio el ritmo de los nuevos vacunados empieza a flaquear.

Así, también aquí tenemos la paradoja universal de zonas y personas desesperadas por llegar a la vacuna, mientras otras son indiferentes a ella, o abiertamente la rechazan. Parte del problema está en que los no vacunados son un peligro permanente de contagio para los demás, y también para ellos mismos.

Mientras los embarques de vacunas al país se van acumulando, el porcentaje de quienes rechazan vacunarse va cediendo, pero se mantiene alto (era 40% este agosto para La Libertad, informaba el Minsa). Algo parecido pasa con los que, en un extraño acto de desidia, recibieron una primera dosis, pero todavía no vuelven por la segunda (un millón).

Hasta ahora la norma en diversos países viene siendo la vacunación obligatoria para casos específicos, como los trabajos expuestos al público o los grandes conglomerados de trabajadores. Pero en ámbitos como la ruralidad o la informalidad este tipo de diferenciación se vuelve complicado, y obliga a una perspectiva de todo o nada.

En el caso peruano antes de pasar a una obligatoriedad universal se puede ir ensayando algunas específicas, guiadas por los mapas del contagio. Pero a la vez todavía parece haber margen suficiente para intensificar las campañas para convencer a los no vacunados, y volver a llenar los vacunatorios desiertos que aparecen en las fotos.

Quizás todavía hay mucha gente no vacunada con dificultades para asociar su actual buena salud y el gran número de personas que ya están vacunadas en torno suyo. No vacunarse es algo así como pasearse sin mascarilla. La relación es real, y ciertamente merece que uno se vacune.

La República

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