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El presidente con sombrero y sin zapatos

Un país entre un horror sin final y un final de horror.

Los que esperaban –esperábamos– que Pedro Castillo decidiera, al fin, asumir la presidencia para la que fue elegido, su respuesta de anteayer en Pangoa a la crisis política actual lleva a concluir, por lo absurda, que es más realista tirar la toalla sobre esa posibilidad, y pasar a la construcción de escenarios para que el país no se paralice por un gobierno descarriado por su exclusiva responsabilidad y la constatación de su ineptitud para gobernar.

Lo peor del culebrón del ministro de trabajo no es su vinculación al Movadef –algo que, sin duda, es muy grave–, sino que esta situación evidencia la tragicomedia de un caos gubernamental insólito por el desempeño extravagante de un presidente que parece vivir aún en la campaña y que responde a los problemas como si viviera en Melmac.

“Cuando los hombres de abajo, los de yanque, los de sombrero, asumen responsabilidades, hoy han salido a decir ‘incapaz’, que estamos en un desgobierno. No quieren que quitemos la plata a los corruptos porque hoy quieren tumbarse a los ministros para poner a sus aliados, a los que se han coludido con sus empresas, con los que han corrompido al país, a los que se han comido el capital, los presupuestos del pueblo. Yo invito a esos señores que están pregonando y tildando a los ministros de tantas cosas, a debatir en el mismo corazón del Vraem sobre la gran crisis y los problemas del país. Vamos sin zapatos, señores”, dijo anteayer Castillo.

‘Su’ gobierno –pues, aunque no se dé cuenta, él es el presidente– es un desastre por su incapacidad de entender que a él le corresponde resolver problemas, que ya no es candidato, y que tiene que formar un gobierno para eso, del que hoy carece.

Algunos ministros están dando batalla por la buena gestión, pero será imposible que avancen si el gobierno parece una cantina llena de beodos tirándose botellazos, y el presidente sigue hablando tonterías y no proyecta liderazgo ni visión de gobernabilidad elemental, perdido entre broncas que agravan la mediocridad de la gestión.

El escenario de la vacancia presidencial es igual de malo. Un buen gabinete negociado y pactado con el parlamento, que ofrezca credibilidad al país, parece la mejor solución en vez de un horror sin final o un final de horror.

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