ONP, mayo 2024: cronograma de pagos

¿Quién le teme al indio?

“Se ha llegado a decir, y no precisamente desde la ultraderecha, que este es un ‘gobierno del Movadef’. No se usa la misma vara para juzgar a este Ejecutivo que a los previos”.

En la foto oficial, el director del BCR, Julio Velarde, y el presidente Pedro Castillo se dan un efusivo apretón de manos entre francas sonrisas. El encuentro debería poner fin a cualquier especulación catastrofista sobre nuestra economía. Al ratificar a Velarde en su puesto, Castillo cumplió una promesa de campaña que impulsó de la mano de Pedro Francke, asesor económico y hoy ministro de Economía. Una decisión similar se tomó en Salud, otro sector clave, cuyo ministro también está manteniendo la continuidad en importantes políticas. Castillo apuesta así por la gobernabilidad, lo cual, tras cinco años de enconada crisis política desencadenada por la vocación destructiva de un fujimorismo incapaz de asumir su derrota en 2016, debe reconocérsele. Lo mismo debe decirse de Velarde. Un banquero que ha celado la estabilidad monetaria del país durante varios gobiernos neoliberales, se pone al servicio de un gobierno que quiere cambios. No es poca cosa. Gana el país.

Pero no todos los nombramientos han sido tan felices ni ayudan a la gobernabilidad. Transporte y Vivienda son especialmente graves por sus aparentes vínculos con el crimen organizado en casos en que vienen siendo investigados por la fiscalía y en los que el propio partido de gobierno está comprometido. El presidente ha prometido luchar contra la corrupción. Los peruanos, especialmente los mas necesitados en cuyo nombre él habla, no están para un engaño más, y menos en pleno bicentenario. Urge que el presidente haga los cambios, ya.

Sin embargo, no son esos nombramientos los que parecen importar mayoritariamente a la prensa y al Congreso (donde menos autoridad moral tienen para cuestionarlos) sino los que apuntan a las ideas políticas de uno u otro ministro. Pueden no parecerme muy felices los nombramientos de Béjar y Bellido. Pero a estos ministros, como a cualquier otro, debe juzgárseles por lo que hacen, no por quien se crea que son a partir de frases que dijeron en alguna entrevista antes de ser ministros, sacándoselas de contexto. Es penoso ver a periodistas comportarse como ministros del Tribunal del Santo Oficio, buscando doblegar a sus entrevistados con confesiones que digan lo que ellos quieren oír. Y más grave aún la forma en que con este afán se vuelve a jugar con términos como “terrorismo” y “Sendero”. La prensa sabe, o debería saber mejor, que no existe en el Perú desde hace más de veinte años ningún grupo armado que reclame a Abimael Guzmán como líder. Lo que hay es gente que quiere entrar al juego político y es estigmatizada y condenada mediáticamente sin previo juicio. Se ha llegado a decir, y no precisamente desde la ultraderecha, que este es un “gobierno del Movadef”. No se usa la misma vara para juzgar a este Ejecutivo que a los previos.

¿Qué está sucediendo? Pienso que es el retorno de la política en democracia lo que se rechaza. Narcotizados por treinta años de antipolítica, destrucción de sindicatos y elecciones sin cambios —no porque la gente no los pidiera, sino porque los elegidos los negaron, delegando el gobierno a los poderes fácticos de siempre— se ha olvidado que las elecciones existen para que haya alternancia en el poder. Y eso es lo que precisamente estamos teniendo, con los matices señalados al comienzo. Los tan reclamados partidos están de vuelta, pero no se los acepta porque son ideológicamente distintos y vienen en ropajes cholos y de “provincias”. Es un país tan desconocido para los liberales limeños que hasta un periodista especialmente destacado por su erudición y su pluma cáustica, director de un popular semanario, se ha referido al presidente Castillo como “quechuahablante” y al premier Bellido como “puneño”, sin distinguir las fuertes identidades regionales y lingüísticas de la sierra andina.

Hace no mucho, José Carlos Agüero y Lurgio Gavilán abrieron con sus libros una conversación imprescindible para un país que ha sufrido años de horrenda violencia. Hoy estas compuertas se cierran, apelando al miedo. Pero el miedo se mueve en un mundo de fantasmas, mientras la política actúa sobre la realidad y, siguiendo a Hannah Arendt, supone la superación de prejuicios. A eso urge, hoy más que nunca, apuntar.

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Cecilia Méndez

Chola soy

Historiadora y profesora principal en la Univ. de California, Santa Bárbara. Doctora en Historia por la Universidad del Estado de Nueva York, con estancia posdoctoral en la Univ. de Yale. Ha sido profesora invitada en la Escuela de Altos Estudios de París y profesora asociada en la UNSCH, Ayacucho. Autora de La república plebeya, entre otros.