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Lengua y lenguados

“En el lenguaje popular se dice: “Sale con hueso”. Es decir que al buen Castillo hoy no se le puede quitar a su Cerrón o Bellido. Esa es su tragedia. Pero el profesor apenas cumplirá su semana. Entonces, calma y valeriana. Hemos vivido tiempos peores...”

G. K. Chesterton, a decir del maestro Borges, explicaba que los lenguajes, sobre todo en elecciones, adquirían en extremo un valor simbólico y hasta pictórico. Así imponían una paradoja que, cuando las palabras más deberían referirse a la realidad y a las cosas concretas, más traicionaban el lenguaje de su consistencia para convertirse en una especie de jerga solo comprensible para iniciados. ¿Y en el Perú? Mucho más digo yo.

Teniendo así a Pedro Castillo como presidente –oleado y sacramentado–, hoy se oyen voces, chillidos y gruñidos de sus opositores exigiendo un pliego de reclamos, que, por su naturaleza, el profesor no hace ni hará caso. Decía Hildebrandt –nunca más acertado– que los peruanos no habíamos votado ni por el fujimontesinismo ni por un Congreso vacador ni por el tal Cerrón: “El Perú votó para que una mafia no nos volviera a gobernar y para que el profesor de la buena fe apostara por los grandes cambios inclusivos”. Y que por lo tanto los errores terribles de Castillo no convierten ni convertirán jamás a Keiko Fujimori en la mejor opción.

Las lenguas de hoy entonces adquieren un valor limitado y efímero. Y las grandes verdades de hace unos días de “opinólogos” y “politólogos” –exagerados hasta la histeria–, pues, ahora a la gente le vale un comino. Sé de ese nerviosismo y pataleta. El domingo, mientras vacunaba a mi tía Cristina en el Campo de Marte, escuchaba a Sheput, Del Castillo y Lourdes Flores pedir que el presidente se quite el sombrero, que se quite el traje de Evo y que hable como la gente decente. En el fondo lo que pedían era un golpe de Estado de la derecha y defendían los privilegios de una élite que ha gobernado este país durante 200 años.

Así pasó en el Chile de Allende y en la Argentina del peronismo. Así se alentó a las Fuerzas Armadas a que se opongan a la voluntad popular. E hicieron huelgas y armaron planes para complotar y, cierto, al final vencieron y construyeron los gobiernos más corruptos y asesinos de sus historias. Y cuando más se quiere de tranquilidad y menos polarización, la chilla de ese sector antidemocrático construye un escenario para que los cavernarios de la derecha regresen a sus privilegios.

En el lenguaje popular se dice: “Sale con hueso”. Es decir que al buen Castillo hoy no se le puede quitar a su Cerrón o Bellido. Esa es su tragedia. Pero el profesor apenas cumplirá su semana. Entonces, calma y valeriana. Hemos vivido tiempos peores y dolor no viene del dólar.

La República

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