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Los servidores públicos, esos bichos raros

“Haría bien el presidente, determinado en realizar cambios estructurales en el país, en valorar la importancia del servicio público, la capacidad de gestión y la defensa de nuestra institucionalidad”.

El viernes, la partida la ganaron Francke y Torres. Hicieron lo que consideraron necesario: hacer política. Entre los que apostaban en redes por la aceptación, casi la resignación ante el hecho consumado de un gabinete Bellido, porque “es lo que hay”, Francke y Torres optaron por retirarse. Ante una posición homofóbica, misógina y que hace malabares antes de decir que los crímenes de Sendero son crímenes y que los miles de hogares que llevan una herida abierta merecen empatía y reparación, Francke y Torres no aceptaron el real politik. El comunicado de ayer muestra a un Bellido que ha tenido que tragarse sapos (y culebras). Francke y Torres entran con buen pie al gabinete.

La decisión de Francke y Torres hace pensar en Francisco Sagasti y Mirtha Vásquez, estos dos últimos muy distantes en lo ideológico, pero que supieron llevar a puerto seguro la transición. ¿Dónde está el símil? En la defensa de mínimos éticos y políticos para gobernar.

Sagasti y Vásquez asumieron responsabilidades en medio de una crisis de gobernabilidad. En cinco años, la crispada relación entre Ejecutivo y Congreso llevó a votar la vacancia de dos presidentes, dejó que un congresista funja de “presidente” por cinco días antes de ser echado y una “presidenta” por horas.

Este Gobierno de transición evoca en la mente de muchos un otro Gobierno de transición, el de Valentín Paniagua. Nos dejan, ambos, la idea de mandatarios que estuvieron a la altura. Ni a Paniagua ni a Sagasti los elegimos y muchos no los habríamos votado. No importa. Pocos dudan hoy que estos presidentes han dejado una impronta en nuestra historia.

Mirtha Vásquez supo capear con muñeca política cuatro mociones de censura. Resistió presiones corporativas, no firmó los paseos al extranjero del “Congress Tours”. Bajo su presidencia se aprobó la ley de ollas comunes y el informe de la comisión permanente contra Alarcón, entre otros. Durante el paro agrario exigió a la Policía el respeto de los derechos de los protestantes y también dio las “malas noticias”, esas que los políticos prefieren no dar: invocar a los huelguistas a conceder una tregua.

Sagasti y Vásquez responden a un perfil de “servidores públicos” en un país donde muchos esperan que sus autoridades se comporten como caudillos. Tal vez la pandemia, que ha expuesto en carne viva el déficit de servicios públicos, cambie esta percepción. En los meses de transición se afiató un equipo en la Dirección de Inmunización del Ministerio de Salud que (con ensayo y error), ejecutó un programa de vacunación que con el tiempo funcionó como un relojito, vacunando a más de 12 millones de peruanos con al menos una dosis. En emergencia humanitaria, los gestos políticos se agotan muy pronto si no se refrendan con la presencia del Estado para tender la mano y socorrer.

La presidencia de Castillo empezó trastabillando por impericia y por la oscura injerencia de Cerrón. Haría bien el presidente, determinado en realizar cambios estructurales en el país, en valorar la importancia del servicio público, la capacidad de gestión y la defensa de nuestra institucionalidad.

Mientras tanto, a los servidores públicos que hicieron su trabajo durante esta transición, ¡bravo!

La República

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