Senamhi: alerta roja por fuertes vientos y lloviznas

En el largo plazo todos estaremos muertos

“Esa es la discusión que tenemos hoy. Para el gobierno, lo principal es no tomar importantes medidas de corto plazo, pues eso ‘hipoteca el futuro’...”.

En 1817 se produjo un intercambio epistolar entre dos grandes economistas acerca de la relación entre las políticas económicas de corto y de largo plazo. Su importancia sigue vigente. Veamos.

David Ricardo, uno de los padres de la economía clásica, le dijo a Thomas Malthus: “Discrepo contigo porque siempre tienes en mente los efectos inmediatos y temporales de los cambios concretos, mientras que yo los dejo aparte para fijar toda mi atención en el estado permanente de cosas que resultarán de ellos”.

A lo que Malthus —autor de la tesis de que la población crece más rápido que la producción de alimentos— respondió: “Pienso que el progreso de la sociedad consiste en movimientos irregulares, y que omitir la consideración de causas que durante 8 o 10 años darán un gran estímulo a la producción y la población, o serán un gran freno a las mismas, es omitir las causas de la riqueza y la pobreza de las naciones. Eso es lo práctico y útil para la sociedad”.

Para Ricardo, entonces, la “tendencia inmanente” del equilibrio en el largo plazo le preocupaba más que los “efectos económicos temporales” que, por definición, serían de corto plazo: Malthus no tenía razón.

Cien años después, en 1923, John Maynard Keynes “se puso del lado de Malthus y cambió el razonamiento económico del largo al corto plazo. Seguramente esto es lo que tenía en mente cuando escribió su aforismo más conocido: “Este largo plazo es una guía confusa para la coyuntura. En el largo plazo estaremos todos muertos. Los economistas se plantean una tarea demasiado fácil, y demasiado inútil si, en cada tormenta, lo único que nos dicen es que, cuando esta se termine, el océano estará otra vez tranquilo” (1).

Aquí está en juego el rol del mercado y del Estado. Para el primero no hay mucho que hacer en el corto plazo, pues el equilibrio llegará “después de la tormenta”. Para el segundo, es clave que el Estado aplique políticas de corto plazo que estimulen la demanda, vía la inversión pública y las políticas sociales.

Esa es la discusión que tenemos hoy. Para el gobierno, lo principal es no tomar importantes medidas de corto plazo, pues eso “hipoteca el futuro”: se prioriza el largo plazo. Si aumentan el déficit fiscal y la deuda pública, subirán las tasas de interés de los préstamos futuros y se irán los capitales. Por eso, es mejor tener “prudencia fiscal”. Apenas pase el temporal, todo volverá a la normalidad.

El problema con este enfoque es que exagera, a propósito, los objetivos de reducción del déficit fiscal y de la deuda pública, que están muy por debajo del promedio de la región. El propio FMI ha dicho que los países deben reactivar la economía y desechar la austeridad autoimpuesta por los gobiernos.

El problema central no ha llegado con la pandemia. ¿Acaso no nos dicen desde hace años que contamos con las más grandes espaldas fiscales y financieras de la región? Pero no se dice que “esas grandes espaldas solo estuvieron para mostrarlas”, pues no fueron invertidas como se debe en salud, educación e infraestructura, que necesita y pide la población.

El objetivo del neoliberalismo para “garantizar el futuro” prioriza su esquema económico, que subordina a sus intereses al Estado (lo ha vuelto subsidiario) y la sociedad y ha fracasado en aumentar la recaudación tributaria (gran evasión del impuesto a la renta e IGV). Y cualquier medida que pretenda cambiarla es tildada de “insana y populista”. No es así. Se necesita una nueva relación entre mercado y Estado que incluya la estabilización macroeconómica.

Volviendo al principio: la discusión sobre el corto y el largo plazo entre Ricardo, Malthus y Keynes no es una reliquia del pasado. Tiene implicancias, hoy, en la reactivación económica y en las condiciones de vida de la población. No hay que plantearse tareas fáciles e inútiles porque, en el largo plazo, todos estaremos muertos.

1) Robert Skidelsky (2009), El regreso de keynes, editorial crítica.

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La República

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