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Cosas dichas

“Una mayoría, estrecha pero mayoría, de quienes votaron por Castillo ha sido calificada como irresponsable instrumento de una futura desgracia del Perú. Los comentaristas han dado explicaciones para esto: ignorancia…”.

La segunda vuelta deja un resabio que no es electoral. Es la suma de todas las cosas atroces, tácitas o expresas, directas o implícitas, que una parte del Perú le ha dicho a otra. Las ofensas han venido sobre todo de las capas medias y altas que caen bajo la denominación genérica de blancas, y han superado largamente la invectiva política.

Una mayoría, estrecha pero mayoría, de quienes votaron por Pedro Castillo ha sido calificada como irresponsable instrumento de una futura desgracia del Perú. Los comentaristas han dado explicaciones para esto: ignorancia, resentimiento social, estrechez de miras, e incluso participación en una conspiración internacional antiperuana.

Debajo de los denuestos externamente políticos están los implícitos. Está claro quiénes son los peruanos que votaron por Castillo. Los ataques cautamente han evitado el comentario racial directo, pero allí está a flor de piel, en el mapa social desagregado de los resultados electorales y de las encuestas que los precedieron.

La parte estigmatizada del Perú se ha mantenido silenciosa. Lo cual de ninguna manera significa que no haya entendido todo lo que se le ha venido diciendo, desde el eufemismo de los medios hasta el desenfadado zumbido de los chats privados. Discursos que desmienten la idea de todas las sangres, y que hace tiempo no circulaban tan libremente.

Que no nos sorprenda la aparición de reacciones, en la forma de nuevas maneras de radicalidad popular, o de aspectos de afirmación étnica. La idea de un país unitario, amalgamado por las virtudes socialmente curativas del mestizaje, ha sufrido un duro golpe. Una cosa es la discriminación disimulada, y otra el insulto lanzado al rostro de lo postergados.

¿Hay retorno de esta situación? En estas semanas los sectores más sensibles a lo que son sus fueros frente a la República del Perú han avanzado mucho en el descubrimiento de su verdadera identidad. Unos han visto una fragilidad en sus privilegios; otros han entendido lo difícil que puede ser su paso a condición de ciudadanos de primera categoría.

Ya hemos visto en otros siglos situaciones similares en las que al final todo confluyó hacia el orden establecido. Otra vez estamos ante lo que Roque Dalton tituló El turno del ofendido. Habrá que ver cómo se expresan de aquí en adelante los moretones.

La República

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