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El silencio cómplice

“Guardar silencio es ser cómplice de una mafia que lo único que está buscando es salvar su pellejo sea cual sea el costo para el país”.

Uno de los argumentos de parte de los votantes de Keiko Fujimori y Pedro Castillo fue que independientemente de quién ganase, al día siguiente pasarían a ser oposición. Como parte de esa decisión, se dieron argumentos sobre quién era el mal menor, o quién era potencialmente más controlable, o quién tendría menor capacidad de hacer aquello que en el fondo pretendían.

Para que esa argumentación pareciese consistente, se decidió obviar un elemento fundamental del análisis: la correlación de fuerzas. Para el caso de Castillo, su capacidad de movilización social de un sector importante del país que demanda cambios y se siente identificado con él. Para el de Fujimori, un Congreso alineado mayormente con su movimiento, los medios de comunicación, el poder económico, las Fuerzas Armadas y las mafias que siguen operando en el sistema de justicia y de partidos políticos.

Fue tanta la omisión, que cuando Juan Carlos Tafur, en una presentación para un gremio empresarial, afirmó que si Castillo implementaba el ideario de Cerrón, el escenario más probable era que las Fuerzas Armadas le diesen un golpe de Estado, los votantes de Fujimori que necesitaban creer que ella era no solo la mejor opción para defender el modelo económico, sino también la democracia, decidieron obviar esa variable.

Hoy que Fuerza Popular pretende desconocer y boicotear el triunfo de Castillo apelando no solo a las instancias electorales, sino también al Poder Judicial y al Tribunal Constitucional; hoy que el Congreso pretende vacar a la Mesa Directiva del Congreso para sacar a Francisco Sagasti de la Presidencia y colocar a alguien funcional a sus necesidades; hoy que ese mismo Congreso pretende continuar con la designación de magistrados del TC que les sean útiles; y hoy que militares retirados llaman a los cuarteles para que las FFAA asuman una posición deliberante del conflicto político con un golpe de Estado en ciernes (a lo que habría que agregar el lamentable rol que siguen jugando algunos medios y gremios empresariales); debería ser muy claro que el mayor peligro para la democracia lo representa el fujimorismo y Fuerza Popular (FP).

En el sector que sigue respaldando activa o pasivamente la posición golpista del fujimorismo, se pueden distinguir al menos tres bloques, que se pueden superponer entre sí.

Uno de ellos es el de quienes junto a Fujimori necesitan boicotear a cualquier costo el proceso electoral, pues de ello depende paralizar las investigaciones contra Fujimori, contra su entorno más cercano y contra la red que alimentó financiera y sostuvo judicialmente su organización. Tal vez sean los menos, pero son quienes han armado la maquinaria de fake news y leguleyadas para tratar de darle soporte al boicot armado por FP.

El otro es el de quienes no pueden aceptar que un serrano, un agricultor, un rondero, un hombre del campo, nos gobierne. Se trata de un grupo social que no ha cambiado un ápice su forma de concebir el país en los últimos 200 años. Para ellos, la democracia en realidad nunca ha sido un valor fundamental, solo una herramienta funcional a sus intereses.

De otro lado están los votantes de Fujimori que tomaron esa elección únicamente por el miedo al peligro que representaba Castillo respecto al manejo económico y del Estado en general, y/o porque consideraron que la dupla Castillo-Cerrón representaba el mismo peligro para la democracia que Fujimori y FP.

Es este último grupo el que hoy está obligado a tomar posición, y a expresarla fuerte y claramente. No hacerlo, guardar silencio, es ser cómplice de una mafia que lo único que está buscando es salvar su pellejo sea cual sea el costo para el país.

keiko

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