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Una cumbre tibia

Biden ha salido al mundo la semana pasada para empezar a recuperar los espacios perdidos por EE. UU. como superpotencia.

La cumbre Joe Biden-Vladimir Putin fue un ejercicio de buenos modales geopolíticos, que servirá para mejorar algo una relación estragada por la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca. No hubo grandes acuerdos, más allá de la disposición a llevarse bien. Ambos gobernantes declararon haber obtenido ganancias con el encuentro.

La reunión fue llamada positiva (Biden) y constructiva (Putin), pero hay en las relaciones EEUU-Rusia un mar de fondo que siempre se mantiene activo. Los temas conflictivos entre los dos países fueron reducidos a un mínimo, pero destacaron la guerra cibernética y los derechos humanos, que no son puntos menores. Todo esto se redujo a un intercambio de buenas intenciones.

Muchos analistas estiman que la cumbre se produjo en el momento más bajo de las relaciones en 30 años, y la lista de quejas de Washington es larga: caso Navalny, ciberataques, la intromisión rusa en las elecciones estadounidenses, anexión de Crimea, o presiones sobre Ucrania. Todo lo cual pinta una Rusia autoritaria y expansiva.

Biden ha salido al mundo la semana pasada para empezar a recuperar los espacios perdidos por EEUU como superpotencia. Antes de la visita a Putin en Ginebra el viaje incluyó un refuerzo de los compromisos de Washington con la Unión Europea y la OTAN. Dos esquemas de alianza que Trump desconsideró, al grado de prácticamente echarlos por la borda.

Por su parte Putin también sigue empeñado en recuperar espacios territoriales y geopolíticos perdidos a partir de la desarticulación de la Unión Soviética. Por el camino se ha encontrado con el surgimiento de China al primer plano mundial y la capacidad de Washington para mantener presencias que parecía haber dejado atrás.

Según un comentario de Deutsche Welle, Washington busca normalizar sus relaciones con Rusia para frenar el acercamiento de esta a China, donde Putin estaría viendo la solución a sus actuales problemas económicos. Esto sugiere que se necesitará más que una normalización para mantener a Moscú dentro de la esfera occidental.

En el balance final, los resultados de la cumbre Biden-Putin se ven frágiles. Fue abordado lo discrepante, pero faltó el diseño de alguna forma de tarea común capaz de mantener juntos a estos dos tradicionales enemigos. Lo más parecido fue un mutuo deseo de limitar los armamentos, compromiso que realmente nunca ha funcionado.

La República

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