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No existe nosotros con alguien afuera

“Si el conocimiento, y el ingreso monetario, está concentrado en Lima y algunas otras ciudades, existen pocos incentivos para invertir fuera de Lima...”.

Las elecciones del 6 de junio nos mostraron en directo lo que ya sabíamos: un país polarizado políticamente. Y también que la polarización se da en un país partido en dos mitades. De un lado, la costa urbana, con predominio total de Lima y, de otro, la sierra, tanto urbana como rural.

Por eso, quizá, la clave del país para comenzar su tercer centenario sea enfrentar las causas de esa polarización, que tiene raíces y orígenes múltiples: históricos, económicos, políticos, sociales y, claro, étnicos y raciales.

Todo eso agravado por una pandemia que ha mostrado el verdadero rostro del país y que nos está costando más de 180,000 muertos.

El tema no es nuevo, qué va. Nos viene dando vueltas por siglos. González Prada, Mariátegui, el Haya primigenio, Basadre, Arguedas, entre muchos otros, se han cansado de decírnoslo. En el plano estrictamente económico reciente, hace 15 años, en la CADE 2006, justo después del “susto” Humala, el lema fue “No existe nosotros con alguien afuera: inclusión y desarrollo para todos”. No duró mucho. La preocupación fue “coyuntural”.

En la CADE 2010 Michael Porter dijo que no todos se han beneficiado del crecimiento porque está siendo impulsado en campos que no generan empleo. Y agregó: “Hay que contar con una visión estratégica para aumentar la competitividad, que tenga entre sus componentes focos de desarrollo regionales muy aparte de Lima”. Tampoco duró.

Años después, el economista Ricardo Hausmann presentó el Atlas de la Complejidad Económica, que analiza la capacidad exportadora de los países. Esquematizando la explicación, se aprecia que Lima tiene mucho más valor agregado (conocimiento) por producto (ver gráfico) y, también, que su diversidad (cantidad de productos exportados) es muy superior: 270 contra 60 de Arequipa, mientras que la sierra apenas si superan 30 a 40 productos.

Esto es un claro “problema del modelo”. Si el conocimiento, y el ingreso monetario, está concentrado en Lima y algunas otras ciudades, existen pocos incentivos para invertir fuera de Lima. Salvo, claro está, si existen recursos naturales en las regiones que permitan impulsar el conocimiento y generar una base productiva. Y eso no lo genera simplemente el libre mercado.

La agenda del cambio debe plantear una nueva ecuación entre mercado y Estado e impulsando la recuperación de la soberanía sobre el destino de los recursos naturales así como una mayor participación en la renta. Pero esa es solo una parte de la agenda.

Es necesario atacar la pobreza rural y la desigual distribución del ingreso, lo que tiene que ser encarado con políticas de desarrollo productivo y reforzado con acciones distributivas. Es allí que se inserta, por ejemplo, la masificación del gas natural, que hoy se concentra en Lima y no llega a una sola región de la sierra sur y centro.

Volviendo al principio, si las elecciones nos han demostrado la polarización y la fragmentación del país, es el momento de encarar las tareas pendientes impulsando el más amplio diálogo con otros sectores políticos y sociales que quedaron fuera de la segunda vuelta. La discusión de alternativas con estos sectores permitirá su necesaria inclusión en este momento de cambio que vive el país y debería plasmarse en la propia fórmula de gobierno y las relaciones con el Congreso.

Necesitamos dejar atrás la “preocupación coyuntural” porque lo único que hace es “patear los problemas para adelante”, pensando, quizá, que se resolverán solos porque “el chorreo existe”. Queda claro que eso no sucedió.

Es el momento para que la frase “no existe nosotros con alguien afuera” se convierta en permanente, porque ese “alguien” ha hecho sentir su voz con toda fuerza. Como debe ser.

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La República

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