Senamhi: alerta roja por fuertes vientos y lloviznas

Esa tan fea palabra que es ‘fraude’

No se debe deslegitimar la elección sin fundamento.

Esa fea palabra que empieza con F y acaba con E es el peor legado que puede dejar esta accidentada segunda vuelta pues aseguraría que, además de todos los factores que llevan a pensarlo, el próximo lustro sea un desastre.

Dejar la sensación de que el resultado electoral se sustenta en fraude sería la mejor manera de garantizar el descalabro institucional en el país.

Se puede comprender la frustración del perdedor, pues una cosa es perder el partido 5-0, y otra 2-1 con gol en los descuentos, especialmente si ya se viene de dos derrotas consecutivas.

En 2016, Keiko Fujimori iba delante de Pedro Pablo Kuczynski hasta que, cuatro días antes de la votación, fue superada y vencida por solo 41 mil votos. En 2011, Ollanta Humala la sacó de la punta en las dos semanas finales, ganando por medio millón de votos.

A ello debe agregarse lo polarizado de esta segunda vuelta 2021 por la confrontación de dos visiones extremas de cómo y hacia dónde se debe conducir el país, y por la exacerbación generada por una pandemia que mata personas, empleos e ilusiones.

Finalmente, se debe sumar la campaña absurda de demolición de la reputación de la autoridad electoral emprendida desde el inicio del proceso.

Se puede entender la rabia del perdedor, pero, si como es crecientemente probable que ese vuelva a ser el papel que le corresponda ocupar a Keiko Fujimori, ella debe recordar que la principal razón por la que otra vez está ahora ahí es porque en el año 2016 no aceptó su derrota frente a PPK, y se dedicó a demoler la institucionalidad sin darse cuenta, ni hubo alguien de su entorno que se lo hiciera notar, de que toda la agresividad que tenía se convertía en bumerán que mellaba su perspectiva política. El antikeikismo es hoy el doble que el antifujimorismo.

Pero no solo destruía su propia perspectiva, sino que también demolía la del país, al convertir su pataleta personal en turbulencia nacional.

Guste o no, ya parece evidente que Pedro Castillo será presidente, y la peor manera de promover que él detenga la pelea para construir un país con todos, y que se le fiscalice como leal oposición, sea decir que hay fraude electoral donde, hasta hoy, solo hay irregularidades de poca dimensión.

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