Senamhi: alerta roja por fuertes vientos y lloviznas

Un túnel

“Con uno de los candidatos, el riesgo principal sería el caos, la impericia y el desgobierno. Con el otro, la maquinaria de un poder oscuro que se echaría inmediatamente a andar”.

Después de haber visto la segunda vuelta electoral, y si no perdemos de vista todo lo ocurrido en los últimos cinco años, la pregunta para decidir el voto es con qué tipo de riesgo queremos y creemos que estamos en capacidad de lidiar.

Con uno de los candidatos está claro que el principal riesgo sería el caos, la impericia y el desgobierno, mas no la posibilidad de una autocracia. Las arengas de los mítines funcionan para ganar una campaña, no para gobernar un país. Ni Alan García, con mucha mayor capacidad política, pudo invisibilizar el desastre de su primer gobierno. Ni Toledo, con gabinetes más preparados que los que tendría esta opción (según todo parece indicar), pudo evitar caer hasta niveles de aprobación del 10%.

Ojo, el riesgo de esta alternativa no es que pretenda una gestión de los recursos naturales como la de Bolivia. El riesgo está en la precariedad y la falta de capacidad de su entorno para llevar a cabo incluso sus propias propuestas. ¿Puede llevarnos a un escenario económico como el de García 1? El contexto es distinto al de 1985. Hoy hay una institucionalidad macroeconómica, acuerdos internacionales y consensos sociales difíciles de desarmar, más aún sin mayoría en el Congreso.

No es que no represente un peligro potencial, porque sí lo es, pero no el fantasmagórico que se ha pretendido construir. Si algún referente habría que buscar en materia económica, esos podrían ser la Bolivia de Evo Morales y el Ecuador de Rafael Correa, tal como lo han dicho abiertamente sus voceros. Pero, ¿tienen la capacidad técnica para hacerlo? Por lo visto hasta hoy, no. Y de gobernar así, eso solo alimentaría la precariedad, el caos, la deslegitimidad y la incertidumbre.

No es el único problema de esta candidatura. Tampoco ha podido marcar distancia de un personaje como Vladimir Cerrón, tan oscuro como el oponente al que dicen confrontar, solo que con menos poder. Porque con poder Cerrón podría ser igual de autoritario, de corrupto y de prepotente.

Con la otra alternativa, muchos de sus votantes no logran percibir el tamaño del riesgo que representa. Identifican ese riesgo perfectamente en Cerrón, pero la necesidad de sustentar su voto les ha creado un punto ciego enorme que no les permite ver con claridad que en otro ámbito (el de la corrupción, la institucionalidad, el sistema de justicia, etc.) el riesgo que ella representa es mucho mayor.

Para algunos ese riesgo resulta menos concreto, menos visible que el de un mal manejo económico. En cierto sentido, ese riesgo es más “abstracto”, más “sutil” y también más “simbólico”, pero sin duda alguna sería, a su vez, un daño más profundo y potencialmente más difícil de revertir. Porque sus antecedentes, distantes y cercanos, nos han mostrado que ella, su movimiento y su entorno tienen la capacidad de corroer el alma de una sociedad.

Planteado así, se argumenta: pero es el mismo daño que puede causar Cerrón. La diferencia es que ella tiene hoy un poder que Cerrón no tiene. Aunque este buscará tenerlo, se trata de un poder que no se obtiene ganando una elección. Ganar abre una puerta, pero no lo garantiza. Es un poder que necesita aliados y operadores en los otros poderes del Estado, algo que se construye en el tiempo. Si esta candidata gana, esa maquinaria se echará a andar inmediatamente, mientras ella intentará mostrarnos su mejor sonrisa.

Es hora de decidir en cuál de los dos túneles se quiere entrar. Con cualquiera de ellos, se requerirá mantener la guardia alta y vigilante. Ojalá que al menos nos obligue a ser una ciudadanía más activa.

elecciones 2021

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