Así quedó la tabla de posiciones del grupo A en la Libertadores

Elecciones tóxicas

“Pase lo que pase el domingo 6 de junio, hay un dato insoslayable: este pacto social no da más. Ojalá podamos encarar la tarea de reformularlo juntos, en diálogo y escucha mutua”.

Cuesta trabajo creerlo, pero el 7 de junio el dinosaurio de Monterroso seguirá allí. También el rinoceronte de Ionesco y la cucaracha de Kafka. Lo que obstruye el horizonte y nubla el futuro es una angustia corrosiva que nos ancla en un aquí y ahora poblado de pesadillas. En conversaciones con colegas de diferentes lugares del mundo, coincidimos en que esto se percibe más mientras más altos sean los estratos sociales. En quienes provienen de los más bajos, las preocupaciones cotidianas —historias de amor o desamor, apego o desapego, problemas laborales o económicos, desánimo o resiliencia— son el material predominante de sus preocupaciones. No podemos descartar que esto sea un mecanismo de defensa, un desplazamiento hacia situaciones manejables.

Por el contrario, en las personas de los sectores socioeconómicos más encumbrados, la encrucijada electoral es la obsesiva protagonista de sus asociaciones. Para ser más precisos, muchos de ellos hacen denodados esfuerzos para impedirlo. De más está decir que no me corresponde emitir juicio alguno acerca de estas diferentes actitudes (que tampoco son uniformes, valgan verdades). También en estos casos podría ser que se estén escamoteando angustias de otras fuentes. El trabajo de los psicoanalistas es el mismo de siempre: cuidar la salud mental de quienes nos la confían.

Lo que no podemos dejar de constatar es que jamás se había sentido semejante invasión de la realidad externa en el mundo interno de la gente. Y por ende en el espacio simbólico, en la intimidad de la consulta. Sobre todo, lo que ingresa es de una toxicidad sin precedentes. Lo del mal menor no es novedad, claro está. Lo que es distinto en esta oportunidad es la transformación de esa disyuntiva, a la que pese a todo estamos habituados, en una más aterradora: la amenaza mayor.

De ahí proviene esa tensión insoportable, cuyos excesos vemos aumentar conforme se acerca el día D. Al punto que la espantosa tragedia de la pandemia pareciera haber pasado a un segundo plano. El horror de Vizcatán, la matanza de niños, resuena como un síntoma de la atroz desigualdad sabida pero no pensada. Los que mueren en esos episodios atroces son los olvidados de siempre. Pase lo que pase el domingo 6 de junio, hay un dato insoslayable: este pacto social no da más. Ojalá podamos encarar la tarea de reformularlo juntos, en diálogo y escucha mutua.

La República

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